La expresión latina horror vacui («miedo al vacío») se emplea en arte para hacer referencia a la necesidad del autor de rellenar los vacíos de su obra de alguna forma. Así, en pintura el horror vacui se aplica cuando se rellena con un patrón o imagen; en literatura, cuando se llenan de pomposidad los versos o párrafos para no dejar ninguno sin su ornamento; en geografía, hace referencia a la representación en los mapas de elementos accesorios o fantásticos en las zonas a priori más despejadas; y en ciencias naturales, «Aristóteles argumentó con cierta extensión en el libro IV de su Física en contra de los antiguos atomistas que insistían en que los átomos se mueven en un vacío infinito.» O, como condensaría François Rabelais en el siglo XVI, la naturaleza aborrece al vacío (Tomé López, 2014).

En el cine también existe el horror vacui. Existe en muchos aspectos, pero me llama especialmente el caso del miedo al vacío sonoro de Christopher Nolan. El director de El Caballero Oscuro (2008), Interestellar (2014) o Dunkerque (2017) ha desarrollado a lo largo de los años una necesidad de rellenar los espacios vacíos en el sonido con una banda sonora instrumental que refuerce la escena, que en la mayoría de los casos corre a cargo del sintetizador de Hans Zimmer. Es destacable el caso de Dunkerque, donde los diálogos son casi anecdóticos y el peso de la historia recae sobre la dirección visual y Nolan apuesta por tener constantemente de fondo la música de Zimmer. Así es durante el desarrollo de casi toda la película, hasta el punto de que mucha gente ha apuntado que es más documental que película (una observación un tanto desatinada, en mi opinión). Contrasta de esta forma con cineastas como Martin Scorsese, que no tiene ningún miedo en retirar la música de una escena que convencionalmente la tendría y utiliza esos silencios de manera tan magistral que copan esos momentos y se convierten en significantes (Zhou, 2014).

Fotograma de Dunkerque

Son filosofías distintas: la del uso (o no uso) específico de la música en cada escena y la de la música continua como hilo conductor de la película. El planteamiento de Nolan es totalmente válido, pero en unos casos me gusta más que en otros. En general, he de confesar que no me gusta el uso que hace Nolan de la música en sus películas. Me llegó a desagradar especialmente en Dunkerque, donde sin duda la BSO está a la altura pero eché en falta un mejor control del ritmo sonoro. Algunas imágenes de la película son lo suficientemente potentes como para ser espectaculares sin necesidad de tener una música no ya de fondo, sino como protagonista de la escena. Es, quizá, uno de esos casos donde más es menos y menos podría haber sido más. ¿Por qué hay tanto miedo en el cine contemporáneo a la quietud y el silencio?


Bibliografía

Tomé López, César (2014). Cuaderno de Cultura Científica: Del vacío.
Zhou, Tony (2014). Every Frame a Painting: Martin Scorsese: The Art of Silence


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Sobre el autor

5 pensamientos

  1. En mi casa no se puede comer si no está, omnipresente, la tele siempre puesta. Parece que he cambiado de tema, pero realmente no tanto. La vida también es nuestra propia película, de algún modo, y tiene muchísima más importancia, ya que es real. ¿Seríamos capaces de comer todos juntos en la mesa sin encender la tele? A veces lo dudo. Volviendo al cine, una escena puede ser igual de válida, o incluso mejor, sin la prevalecencia de la BS.O. llenando todos los resquicios. A donde voy es a que no puedo estar más de acuerdo en que no sabemos valorar el silencio. En el fondo, el cine, aun y cuando es arte (que no siempre lo es), no deja de ser un medio de expresión, a veces más sesudo, otras como mera distracción. La música puede ser tan importante como la película, incluso más cuando es tan excelente, tan soberbia, que adquiere mayor relevancia que lo que se está viendo pero, como en todo, los excesos son malos. Hay grandes bandas sonoras que eclipsan el film del que, realmente, deberían formar parte, no sobresalir por encima. No sé quién dijo que la buena música para cine es aquella que no se nota, la que sirve de nexo conductivo. Sí, a veces de realce de un momento épico, por ejemplo, aunque ahí sobresalga, si contribuye a mejorar ese momento concreto, pero la mayor parte del tiempo debería estar supeditada a la película, no por encima de ella.

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  2. En mi casa no se puede comer si no está, omnipresente, la tele siempre puesta. Parece que he cambiado de tema, pero realmente no tanto. La vida también es nuestra propia película, de algún modo, y tiene muchísima más importancia, ya que es real. ¿Seríamos capaces de comer todos juntos en la mesa sin encender la tele? A veces lo dudo. Volviendo al cine, una escena puede ser igual de válida, o incluso mejor, sin la prevalecencia de la BS.O. llenando todos los resquicios. A donde voy es a que no puedo estar más de acuerdo en que no sabemos valorar el silencio. En el fondo, el cine, aun y cuando es arte (que no siempre lo es), no deja de ser un medio de expresión, a veces más sesudo, otras como mera distracción. La música puede ser tan importante como la película, incluso más cuando es tan excelente, tan soberbia, que adquiere mayor relevancia que lo que se está viendo pero, como en todo, los excesos son malos. Hay grandes bandas sonoras que eclipsan el film del que, realmente, deberían formar parte, no sobresalir por encima. No sé quién dijo que la buena música para cine es aquella que no se nota, la que sirve de nexo conductivo. Sí, a veces de realce de un momento épico, por ejemplo, aunque ahí sobresalga, si contribuye a mejorar ese momento concreto, pero la mayor parte del tiempo debería estar supeditada a la película, no por encima de ella.

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    1. Muy interesante tu comentario. Es cierto que el horror vacui está presente incluso en la vida cotidiana: a veces un grupo de amigos se junta y tiene que hacer algo muy concreto necesariamente porque, si no, están perdiendo el tiempo; compramos una mesa e inmediatamente ponemos cosas encima porque «cómo va a estar vacía»… En general, la sociedad contemporánea tiende a valorar poco los silencios, la tranquilidad y la pausa, que de vez en cuando son muy necesarias.

      Eso se traslada al cine. Puede ser con la música o puede ser el exceso de acción, que pretende hacer la película entretenida pero acaba siendo más aburrida porque si no se mide bien la acción, la violencia o el humor, termina haciéndose irrelevante.

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  3. Tengo que repetir post otra vez, es que he escrito «prevalescencia», espero que por un fallo de tecleo, xD. No suena nada bien eso en este tipo de blogs. Dejo constancia de que es «prevalencia».

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