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Frodo Bolsón tenía que deshacerse del Anillo Único para así evitar que Sauron se hiciera con el control de la Tierra Media y, por tanto, se acabase el mundo tal y como se conocía. Luke Skywalker debía detener al Imperio para que éste no se hiciera con el control de la Galaxia. Moisés entregó a los mortales la tabla de los Diez Mandamientos impuestos por Dios, trayendo la sensatez divina a la Tierra. Prometeo robó el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres y traer de esta forma el bien a la humanidad.

Todos son, en cierta medida, héroes. Según describía Joseph Campbell en su El Hombre de las Mil Caras (1949), el monomito o viaje del héroe consiste en una serie de esquemas repetidos en los relatos épicos. El mitólogo estadounidense hablaba de una serie de circunstancias en las que se encuentra el héroe y una serie fases que se repiten en las historias que giran a su alrededor que se pueden resumir de la siguiente manera: el héroe comienza su vida en una situación relativamente normal y cotidiana, hasta que en un determinado momento tiene lugar “la llamada” a una aventura que tiene un claro objetivo que cumplir; tras ello, el héroe regresa cargado de conocimiento y experiencias con las que ayudar al resto de personas y habiendo mejorado, en esencia, su ser.

Ya sea el héroe ridículo o sublime, griego o bárbaro, gentil o judío, su aventura varía poco en cuanto al plan esencial.

-Joseph Campbell

El mito del héroe es uno que se ha mantenido desde la Antigüedad (donde muchas de las grandes obras son epopeyas épicas o la mitología formaba parte de la cultura popular) hasta nuestros días, cuando repetimos esos mismos patrones aun adaptándolos al contexto sociocultural que corresponde. Son historias que comúnmente hablan de la superación personal, del bien y del mal, de la sabiduría que se alcanza en el recorrido, del sufrimiento hasta alcanzar una meta. Nos es fácil empatizar con el personaje protagonista, ponernos en su piel e incluso soñar con las mismas aventuras; por ello, los relatos de héroes y heroicidades son universales y están presentes en prácticamente todas las culturas.

Dentro de estos esquemas podríamos hablar de la obra de Ursula K. Le Guin y del héroe que encontramos en la primera de las novelas que conforman el ciclo de Terramar, Un Mago de Terramar (1968): el mago Ged. Antes de “la llamada” a la aventura, Ged es un pastor que recibe vagamente nociones de brujería y hechicería en su pueblo natal. Cuando tiene unos conocimientos mínimos de magia, se convierte en pupilo del mago de la isla y éste lo envía a continuar su formación con los mejores hechiceros del Archipiélago. No obstante, el camino se ve interrumpido por la imprudencia de Ged: a pesar de estar advertido sobre el uso incorrecto de la magia Ged y con la intención de pavonearse frente a los demás, lleva a cabo una invocación que desata una extraña sombra que le perseguirá eternamente para controlarle y traer más mal al mundo. El viaje de Ged solo tiene, por tanto, un camino: huir de la sombra y, en última instancia, deshacerse de ella.

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Aunque en términos superficiales la historia de Ged responde al mito del héroe al uso, y sus primeras etapas (situación corriente, llamada, intervención de un ser mágico, las pruebas) permanecen casi intactas, cuando Ged desata los poderes de las sombras la historia se torna sombría y desasosegante por momentos y adquiere un sentido alegórico muy profundo y de especial relevancia. La lucha de Ged contra la sombra que ha desatado es, en el fondo, una lucha contra sus propias sombras. Los errores que cometió han de ser saldados por él mismo. Ha de combatir contra sus demonios internos con tal de que no le hieran a él mismo y, por extensión, a los demás. Mientras que el viaje del héroe suele incluir un elemento de salvación externa (el mundo, la humanidad, un país o región), el viaje que observamos en Un Mago de Terramar responde a una salvación interna y personal en primer lugar. No se trata de una historia que globaliza el problema, sino que lo individualiza.

Se mantiene, por otra parte, el aprendizaje interno que lleva al héroe a evolucionar a lo largo de su aventura: el Ged del final o de siguientes libros es un Ged más sabio y maduro, algo más taciturno, bien advertido de los peligros del mundo; esta evolución se nota incluso en el lenguaje que emplea al expresarse, más sosegado y trascendente. Al principio de la aventura encontramos, básicamente, un niño que es mandado a instruirse; una vez allí sufre un arrebato adolescente y comete un grave error que le lleva a emprender la aventura, a madurar y a convertirse en adulto. Ged aprende de sus errores, de la cara amarga de la vida; sus terribles actos desencadenan una aventura a la que es lanzado inevitablemente.

El héroe que regresa, para completar su aventura, debe sobrevivir al impacto del mundo. – Joseph Campbell.

La alegoría de este particular viaje del héroe resuena en la naturaleza humana y es fácil mirarla, reconocerla y que ella nos reconozca a nosotros: nos equivocamos y hemos de enmendar nuestros errores para evitar que nos acompañen por siempre y provoquen más daño en nosotros y en quienes nos rodean. Un Mago de Terramar nos habla de la lucha de cada cual con sus propios miedos y males internos; una metáfora sobre mirar de tú a tú a aquello que nos oprime para intentar vencerlo y continuar nuestra vida con más conocimiento y fuerza que al principio.


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SOBRE EL AUTOR

2 pensamientos

  1. La verdad es que el mito del héroe está muy presente, tanto en la literatura como en el cine. Pero no sólo eso, es que muchos de los patrones que describes en el artículo se siguen repitiendo como base, y a veces de un modo demasiado evidente.

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    1. Efectivamente, en ocasiones la repetición de estos patrones hace que algunas historias sean divertidas (por familiaridad) pero poco interesantes (por redundantes). Pero es interesante cómo los diferentes autores construyen sobre este mito, algunos muy bien, y cómo hay una tradición tan larga de relatos heroicos que se ha formado de manera natural.

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