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Faer
La Nada, el vacío completo y perfectamente armónico que da vida a los pensamientos. Es de ahí de donde provengo. Cuando Sei tomó la decisión de darme a luz, la primera era ya había comenzado. Sus hermanos cohesionaron las energías a medida que sus creaciones tomaban parte en la existencia. El plano comenzaba a definirse en forma y cuerpo, pero existir es algo más que ocupar un lugar allí donde hay espacio. Un hilo silencioso carente de significado unía el caos de todo cuanto vivía y perecía.
Entonces surgió La Virtud. Tenebrosa existencia que confrontó a La Verdad. Ambas nacidas del caos insignificante, sirvieron de raíces para el árbol del conocimiento, del que saldría el fruto que Sei engulliría para gestarme.
«De mi voluntad nacerá la muerte de la inexistencia, dando lugar al olvido del vacío. De mi vientre surge la memoria y con ella la fragancia de todas las cosas. El Todo ha de ser fundido a través de La Nada. Sea así que comiences, ser mío, a dar sentido al tiempo. Nace, Faer, y cuenta la historia de todo aquello cuanto vive, muere o existe. Ve y acomete esta tarea que engarzo a tu destino, hasta el fin».
Con dichas palabras abrí los ojos y tanto la luz como la oscuridad comenzaron a dar forma a las primeras sensaciones que habitaron en mí.
Tomé la decisión de contarle todo esto a Evan, pero observé cómo la incredulidad se apoderaba de él. Apenas podía creer en mis palabras, y no era mi intención persuadirle. Cuán resiliente era el hábito en los vergur, que ni siquiera inmersos en una crisis de identidad dejaron sus cotidianos rituales y suculentas ofrendas dedicadas a sus dioses.
Aún conservo en mí la sensación de haber llegado tarde a sus vidas, pero esto último es un acto que me es imposible de llevar a cabo, dado mi uso intemporal de la existencia. No tengo alternativas, salvo aceptar que sus destino era servir de iniciadores.

Galena
Mi padre fue uno de tantos huérfanos que dejaron las primeras nuevas generaciones de Venus. Se crio en la costa sur, cuando el agua aún era navegable. Es posible que sus padres estuvieran entre quienes se aventuraron a buscar nuevas tierras en alta mar. La vida en aquella ciudad, la primera edificada sobre este planeta, se complicó cuando regresó un barco con noticias de haber tenido éxito. Al parecer, los habitantes de Denacia fueron sometidos a una leva para expediciones. Sin apenas desperdiciar candidatos, se realizaban reclutamientos forzosos cada noche. En ocasiones, familias enteras, otras tantas dejando a niños, o incluso bebés, en los cada vez más numerosos campamentos de acogida.
El intento de instaurar prácticamente desde cero una civilización en un lugar desconocido se estaba llevando a cabo de forma precipitada, pero al menos la mayoría de las familias salían adelante. La naturaleza y sus constantes sorpresas eran el mayor enemigo de las personas por aquel entonces. Poco después recordaríamos que a la humanidad no le es fácil lidiar consigo misma.
Lo que había sido un lugar para el crecimiento común, rápidamente se convirtió en un estado militar instigado por el deseo de conquista. Se dice que en ocasiones llegaban embarcaciones repletas de esclavos, de los cuales una parte quedarían bajo el dominio del Estado. Un Estado que cambió sus prioridades sin pestañear y se autoproclamó el salvador de una humanidad necesitada de esperanza. Los esclavos provenientes de un supuesto lejano lugar eran casi idénticos a nosotros. Únicamente una tez algo apagada, como si su piel hubiera perdido color, servía de clara diferencia a nuestra vista.
Encontré hace poco una especie de periódico primitivo proveniente de un envío de exploradores destinado a Denacia. Se podía leer cómo algunos ciudadanos apoyaban las revueltas de esclavos. Además, esto parece indicar que ya les preocupaba recoger y difundir la información de forma que llegara al pueblo común. El papel que podían producir con tal escasez de recursos no podía ser demasiado, por lo que no albergo esperanzas de conocer más a través de fuentes similares. De todas formas, la mayor parte de aquel embrión de civilización quedó calcinada tras la Visión.
Dicen, quienes aún cuentan historias de aquellos tiempos, que en la noche llegó un barco con tentáculos, que no era barco sino bestia. Se dice también que, con su llegada, comenzó a llover agua hirviendo, y que los esclavos no ardían, sino que despertó en ellos una cólera hasta entonces en letargo. Podéis imaginar el resto.
Tanto Denacia como toda la costa sur son ahora parte del pasado reciente. No merecería la pena que entrara en más detalles porque, mientras yo marcho de mi hogar, quedan a cargo mis compañeros de la escuela y el resto de nuevos historiadores para indagar con más precisión.
Mis hermanos marcharon hace unos meses al este en una expedición preliminar para nuestra misión. Tras el tiempo transcurrido, hay altas probabilidades de que no vuelvan. He decidido ponerme en marcha a pesar de que, sin la ayuda de mis hermanos, el riesgo se multiplica.
Nuestro padre tenía un viejo amigo que decía ser superviviente de Denacia. Uno de los nuevos filólogos de esta nada ortodoxa nueva era que nos ha tocado vivir. Quién sabe cómo de cuerdo podría estar alguien que aseguraba provenir de esa región y además poseer lo que legó a mi padre y ahora tengo yo en mi bolsa de equipaje.
Desconozco el material del pergamino, pero nunca he sentido el mismo tacto en ningún otro sitio. Está escrito en un idioma que desde luego no es humano y parecen faltar al menos un par de palabras al final. La esquina inferior derecha está mutilada. Lo que sí logro entender, por suerte, es un mapa de la península hecho sobre papel corriente, o lo que nosotros entendemos por tal cosa. Tiene algunas correcciones hechas por mi padre, y no tengo otra forma de comprobar su veracidad que no sea la práctica.
Envuelto en unos trapos, he guardado la tercera pieza de lo que podríamos llamar herencia. Un trozo de algo que parece cristal y podría haber pertenecido a un objeto con forma de taza. Como no puedo estar segura del material, me tocará tratarlo como un objeto delicado ante los rayos solares, no sólo ante las miradas indiscretas.
Hablo como si supiera exactamente hacia dónde voy, como si estuviera todo perfectamente planeado y pudiera predecir la situación. Lo cierto es que poco nos queda en este lugar salvo la remota esperanza de volver al antiguo hogar de nuestra especie. Si nos atenemos a los hechos, lo más probable es que no exista ya tal esperanza, pero los mismos hechos probarían que apenas sabemos nada de lo que esta realidad que nos rodea es capaz.

Aeterna
Era escoltada por los guardas reales de Niarasal, de camino al parlamento, cuando los arpegios de una balsara reclamaron su atención. Eran las notas finales de una canción que le resultaba familiar, proveniente de su infancia. Las cuerdas del arcaico instrumento sonaban mediante las manos de una anciana.
Las calles de la inmensa ciudad eran estrechas en su mayoría, embutidas por casas que sobrevivían a duras penas tras ver los mejores días de aquel lugar. La longeva mujer, apenas terminó de enmudecer la última nota, puso los ojos en Aeterna, que la observaba de cerca en cuclillas, haciendo esperar a la impaciente pareja de guardas.
—Sé quién eres y hacia dónde te diriges —rompió el silencio así la anciana—. Eso es lo que esta canción significa cuando suena para los oídos indicados.
—Yo creo saber que únicamente eres una mujer que morirá pronto, pero en lugar de saciar el hambre eliges saciar el espíritu —Aeterna hablaba mirando confusa al instrumento y las delicadas manos que lo sostenían—. ¿A qué se debe tal elección?
—Ya no recuerdo qué es lo que me permite seguir con vida, pero hay melodías que dan sentido a estas sucias calles.
—Supongo que lleva mucho tiempo viviendo aquí, ¿verdad?
—Llevo las suficientes mentiras vividas sobre este arenoso suelo como para no saber qué responderte. Sí, puedes suponer.
Aeterna se puso en pie, decidiendo que no debería perder más el tiempo en una mera coincidencia.
—¿Podría hacerme saber su nombre? —Continuó antes de marchar.
—Si lo supiera, sabría demasiadas cosas. Ahora ve, sigue tu camino, y no dejes que antiguas sombras te distraigan de ir hacia donde te diriges.
Espada y Pluma te necesita


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