Asomaron cinco cabezas desde la cueva, seguidas de cuatro vigorosas piernas y una serpenteante cola. Era la Hidra de Unlerna, desperezándose tras una dura noche en la que parecía haber tenido pesadillas, o al menos alguna de sus cabezas. Nos referiremos a éstas como PRIMERA, SEGUNDA y así sucesivamente hasta el número que sea necesario.
PRIMERA. —¿Estamos todas?
SEGUNDA. —Depende, ¿cuántas éramos?
TERCERA. —Éramos nueve, juraría que éramos por lo menos nueve.
PRIMERA. —Ni nueve neuronas tienes. Hemos sido siempre seis, hasta hoy. Mirad ese cuello tieso de ahí, ayer salía de él otra cabeza tan fea como la vuestra.
TERCERA. —¡Al final era cierto! Herculos ha venido a completar su prueba. ¡Socorro, que alguien ayude a esta indefensa Hidra!
CUARTA. —Estoy bastante segura de que su nombre es Hércules, no es que yo tenga toda su discografía, pero…
TERCERA. —Cómo va a ser una palabra esdrújula, eso destroza toda sonoridad. Sólo una palabra llana como Herculos puede forjar a un verdadero héroe.
CUARTA. —No me refería a eso, pero…
QUINTA. —Esto es un desastre, ¿a quién le tocaba hacer guardia?
TERCERA. —A SEGUNDA, ayer lo dijo PRIMERA claramente: ante la posible llegada de Herculos, alguien tiene que vigilar, y empezará SEGUNDA. ¡Es su culpa!
SEGUNDA. —¡Al menos yo no ronco como tú!
TERCERA. —Cómo sabes si ronco, si te quedaste dormida.
SEGUNDA. —Incluso en el infierno escucharía tus ronquidos.
TERCERA. —Eso no me lo dices a la cara.
SEGUNDA. —¡Pero si no puedo quitarme tu cara de encima!
PRIMERA. —Callaos ya. Ese casi héroe viene porque no le queda otra opción. Y nosotras no tenemos otro remedio que hacerle frente, ¿me habéis oído?
TERCERA. —No pienso repartir humano otra vez. La última vez me tocó un pie, casi me atraganto con esas uñas que tenía. Y los callos, totalmente imposible de tragar.
SEGUNDA. —Puedes estar tranquila, nadie te comería a ti, tienes pinta de estar rancia.
PRIMERA. —Basta ya, después de cazar algo volveremos a la cueva y QUINTA hará guardia, no se hable más.

Al día siguiente, sin que nada les perturbara el sueño, amanecieron cuatro cabezas.
PRIMERA. —Infernales días. QUINTA, ¿estamos todas? ¿QUINTA? Vaya, otro cuello tieso.
TERCERA. —Estamos perdidas, ¡perdidas!
CUARTA. —En teoría nuestras cabezas se multiplican, no es que no me guste una buena tragedia griega, pero…
TERCERA. —¿Ves tú cabezas multiplicándose? Yo cada día veo una menos, y no me importaría siempre y cuando quedara la mía, ¡Herculos, ten piedad de mí, soy la más joven!
SEGUNDA. —Nacimos todas a la vez, llorica.
PRIMERA. —Mirad, parece que los cuellos se están moviendo. Efectivamente, ahí tenéis, cuatro nuevas cabezas provenientes de lo que antes eran dos protuberancias inertes.
SEGUNDA. —Estupendo, cuatro cabezas huecas más.
TERCERA. —¡Hola! Yo soy TERCERA, podéis coger los números que queráis, aunque yo por respeto dejaría QUINTA y SEXTA fuera de la elección, no me gustaría que mañana otra cabeza se llamara TERCERA, es un nombre que me dio mi madre cuando vio que mi rostro era cúspide de la perfección. Ya sabéis, todas las cosas bien hechas tiene tres partes. Trilogías, trifuerzas, estructuras de tres actos. Aunque hay por el Este una costumbre extraña de usar cuatro actos, no quiero ni pensar qué nombre me pondrían.
SEGUNDA. —Te sacrificarían nada más escucharte.
PRIMERA. —Si os calláis, podréis daros cuenta de que nuestras cuatro nuevas compañeras aún no saben hablar. Supongo que también tendremos que buscar comida adecuada para su edad. CUARTA, después de que preparemos la cena, te tocará hacer guardia.
CUARTA. —No sé si lo de hacer guardia va a funcionar, pero…
PRIMERA. —No hay peros, hemos perdido ya dos cabezas, y no sé qué es peor, perder más o tener más.
No había amanecido del todo aún, cuando un extraño sonido despertó a la Hidra.
PRIMERA. —¿Qué ha sido ese sonido? ¿Estáis despiertas?
SEGUNDA. —Tenemos gases otra vez. Es culpa de TERCERA, anoche se empeñó en tomar gnomos con leche. Sabe que le sienta fatal a nuestro estómago y le da igual.
TERCERA. —A mí me gusta cenar gnomos con leche y no vas a impedírmelo ni tú ni tus gases.
SEGUNDA. —Nuestros gases, querrás decir.
TERCERA. —¿Cómo sabes que son mi culpa, y no de ti y esos pájaros negros que te comes entre horas todos los días?
SEGUNDA. —¡La leche nos sienta fatal!
TERCERA. —¡Y a ti esa cara te sienta aún peor!
PRIMERA. —Callad, callad. Anoche pudo tomar leche porque preparamos algo especial para nuestras nuevas cuatro cabezas. Por cierto, no las veo.
CUARTA. —Os lo iba a decir, pero…
PRIMERA. —Vaya, ahora hay cuatro cuellos tiesos. Y también hay una nota.

Lamento haberos molestado tanto estos días. Ya tengo seis cabezas, con esto mi padre debería quedar satisfecho si le digo que he quemado vuestros cuellos para que no salgan más cabezas. No hagáis mucho ruido por una temporada, y seguro que no me manda a molestaros de nuevo. Me extrañó que nadie hiciera guardia los otros días, estabais todas durmiendo, y hoy que estaba una despierta me iba a decir algo pero tuve que salir corriendo antes de que pensarais mal, lo siento por dejarle con la palabra en la boca. Si me cuadran las cuentas, ahora seréis doce cabezas, así que el próximo aspirante a héroe lo tendrá más difícil. Que tengáis un olímpico día. —Firmado: Herculos.
TERCERA. —¡Sabía que ese era su nombre!
CUARTA. —Le iba a explicar que se había debido equivocar de adaptación, pero…
SEGUNDA. —Ese insolente se atreve a desearnos un olímpico día.
PRIMERA. —Más cabezas no, por favor.
¡Espada y Pluma te necesita! Apóyanos en Patreon o Ko-Fi.

SOBRE EL AUTOR


