¿Que queréis que os cuente un cuento? Estaba pensando en contároslo, pero no encuentro el modo de hacerlo. Había pensado en contaros lo que os cuentan siempre, pero ¿a quién le importa dónde se conocieron? ¿Cómo se llamaban? ¿Qué decían? Oronte no decía nada, pero Orión tampoco.
¿Qué? ¿Os ha gustado? Me he esforzado en hacer preguntas retóricas rompiendo vuestros horizontes de expectativas. Es que lo había pensado el otro día, viendo cómo se construye el amor en las obras literarias. Y había pensado en que sería interesante contar la bonita amistad, según los historiadores, que tuvieron Oronte y Orión hace un par de años. Pero no se me ocurría una forma inteligente y sagaz de hacerlo y he recurrido a Diderot para hacerlo. A nadie le interesa Diderot, escribió una enciclopedia, pero por esa misma razón nadie se va a dar cuenta de que estoy escribiendo como él. Supongo que el lector experto en su vida y obra vendrá a reclamarme algo así como ¡Blasfemia! ¿Cómo has podido? Pues pudiendo. La cuestión es que yo quería contaros el cuento, pero veo que esto se va a hacer un poco largo.
ORONTE.— No tengo sueño, ¿Tienes algo para dormir?
ORIÓN.— Tengo este libro antiguo que tiene más polvo que páginas
ORONTE.— ¿Qué libro es?
ORIÓN.— Hmmm… Pone Jacques el Fatalista, de un tal Denis Diderot
Como podéis ver, ni Oronte ni Orión conocen a Diderot. De hecho, si os soy sincero, ninguno de los dos pertence a esta dimensión. Estamos en la dimensión de los superhéroes y Orión y Oronte pueden ser muchas cosas, pero no son superhéroes. ¿Cómo podría continuar mi historia desde aquí? Me estoy sintiendo algo confuso, como si entregaros esto supusiera entregaros algo mediocre. ¿Acaso os he explicado dónde estaban? Qué va, os lo tendría que haber dicho, están en una biblioteca. Ahora cobra sentido, ¿eh? Pero no os penséis que están ahí por estar, están buscando algo. ¿Qué pueden buscar? ¿Qué buscáis?
ORONTE: Estamos buscando cómo derrotar a la Sombra que acecha nuestro pueblo
ORIÓN: ¿A quién le hablas, Oronte?
ORONTE: Al narrador, ¿Acaso crees que estoy tan loco como para hablar solo?
Yo creo que sí. Empezando porque me apetece que estés loco hablando solo. ¿Véis? Este recurso narrativo es lo que caracterizaba una de las tantas genialidades retóricas de Diderot. Vosotros lleváis… ¿Cuatro? ¿Cinco minutos? Leyendo esto y aún no sabéis qué estáis leyendo. Pero si habéis leído hasta aquí es que vais a continuar. La cuestión es que yo quería narraros algo que pueda ser legendario, recordado en los anales de la historia, pero claro, es que en tan poco espacio se me hace difícil escribir algo que pueda pasar a la Historia. A parte, que leer esto como lectura obligatoria del colegio no creo que sea parte del programa, sino del castigo. Necesito algo de acción, no sé, os estoy viendo la cara, te estoy viendo la cara. Estoy delante tuyo y no me gusta cómo me estás mirando ahora, vamos a meter un poco de acción, por favor.
ORONTE: ¿Y si en vez de darme un libro me haces un masaje?
ORIÓN: Como sigas pidiéndome cosas te voy a dar con el libro en la cabeza
ORONTE: Si así consigo dormirme…
Orión arrastró la silla y se inclinó hacia Oronte. Oronte le dedicó una sonrisa y cerró los ojos. Orión se frotó con delicadeza las manos y empezó a acariciar con los pulgares las mejillas de Oronte. Míralos, qué bonito, cendiéndose los dos mutuamente a la vulnerabilidad del otro. La biblioteca está en silencio, los libros duermen y en realidad es de noche. La biblioteca está guardada y cerrada con silencio. Hay ventanas por las que la luna filtra su agua plateada y una luz adormilada les acompañaba como un fuego mágico. Poco a poco Oronte se fue inclinando hacia Orión y Orión continuaba dibujando medios círculos en la cara de Oronte. Las mejillas, la frente, la barbilla. La luna, el fuego y el silencio habían ahogado a los dos enamorados.
¡Oh! ¡Qué bonito! ¿Qué te parece? Yo creo que está bien. He puesto estos tres elementos que llevan a la calma, he puesto metáforas que recurren a tu imaginario personal y he dejado todo como en una suspensión del tiempo, como si se hubieran congelado las dos lenguas de fuego.
LECTOR: Pues no me gusta
¿Perdona?
LECTOR: ¿Cómo se conocieron?
Pues por casualidad, ¿Qué te importa?
LECTOR: ¿Y por qué se llaman Oronte y Orión y no Juan y María?
Pues por la misma casualidad por la que no se llaman Jacques ni amo, a ver.
LECTOR: ¿Y el sexo? ¿Qué mierda de historia transgresora es esta si no le metes vértices ni turgentes senos alemanes?
Bueno, a ver, que yo quería escribir algo bonito, ¿no ves cómo están? Acurrucaditos, el uno sobre el otro bajo una luz de luna que baña la mesa y los libros sobre los que babearán dormidos en media hora.
LECTOR: Pues no me gusta, es muy básico
A mi tampoco me gustan tus vértices y aquí sigo, aguantando poemas eróticos que parecen salidos de una prescripción médica de viagra.
LECTOR: ¿No le puedes meter algo de sexo?
Pero a ver, alma de cántaro, ¿tu crees que al lector le puede interesar que haya una escena de sexo totalmente innecesaria en este cuento de amor que te estoy contando
LECTOR: Pues supongo que sí, le da morbo.
Pero será posible, si lo que quieres es morbo no vengas a leer esto, ve… No sé, a leer Jacques el Fatalista.
LECTOR: No es de muy buena educación echar a la gente que te dice algo negativo sobre su trabajo
Tampoco es de buena educación venir a incordiar a mi cuento, señor.
LECTOR: Pero..
Ala, ya lo he borrado. ¿Será posible? Todo el rato buscando que le cuente algo sexual. Relax, por favor, cada cosa a su tiempo. ¿Os acordáis del cuento de Marcela y Grisóstomo? Qué buen cuento, lo escribí en un viaje a Escocia con la misma intención que ahora: intentaros contar una historia de amor. En aquel momento me salió cabra, pero ahora estaba intentando llevarlo mejor. ¿Cuál puede ser la razón por la que acaben follando en una biblioteca dos enamorados?
Poco a poco, Oronte fue cayendo sobre Orión hasta que apoyó su cabeza sobre el regazo de su amado. Orión comenzó a masajear poco a poco la cabeza. Los dos pulgares se movían como dos ojos hipnotizados de un dibujo animado ¿ves? Es horrible, no me sirve, ¿Qué sugieres? Orión comenzó a acariciar a un ritmo lento la cabeza de su amado. Poco a poco pasaba los dedos por el fino cabello pelirrojo mientras hacía ver que continuaba leyendo libros sobre la Sombra. Claro, aquí debería haber una referencialidad a que estamos siguiendo la vida de Orión y Oronte que van a la biblioteca a buscar información sobre la Sombra. Pero claro, es que poner aquí la referencia a esto… Me parece un poco cortar el ambiente. Orión comenzó a acariciar lentamente la cabeza de Oronte y jugaba con el fino cabello pelirrojo que dormía sobre sus piernas. Hacía ver que continuaba leyendo mientras hacía círculos con los pulgares sobre las sienes de su amado. Al rato, sin dejar de acariciar, bajó por la nuca y en lentos movimientos cargados de cansacio, Orión empezó a dibujar círculos en su espalda. Oronte seguía dormido sobre el regazo de Orión, había hundido su cabeza en las piernas de su amado y respiraba boca abajo mientras se esforzaba por seguir despierto en aquel ritual tan mágico. Buf, escribir esto es difícil. Mira, estoy pensando en que vas a leerlo sin contexto, porque claro, me quería hacer el interesante imitando a Diderot. Y te vas a encontrar con dos amantes que no paran de acariciarse y aquí yo sé que habéis venido a por el morbo. Pero claro, de escribirlo a hacerlo hay un paso. Cuando escribes sobre sexo no hay suciedad porque está feo. Solo hay clítoris, penes y semen. Si no me creéis, coged una antología de poética erótica y será lo que encontréis. O no, me da igual, la cuestión es que no sé, ¿Cómo debo escribirlo? De repente Orión comenzó a masajear con fuerza. Oronte se hundió un poco más hasta apoyar sus hombros sobre las rodillas de su amado y este, con gran ímpetu, empezó a bajar las manos hasta las caderas. ¿Y ahora describo la imagen sexual? ¿Así? ¿En un lugar público? ¿Y si no quieren?
ORONTE: No queremos
¿Cómo que no?
ORIÓN: Que no queremos que describas nuestra imagen sexual, solamente estábamos en una biblioteca.
Ya, pero yo soy el narrador, hacéis lo que yo os diga.
ORONTE: ¿Y si no queremos?
Pues nada me impide describir ahora mismo vuestros vértices ni vuestros turgentes senos alemanes.
ORONTE: *Sale de las piernas de su amado*
¿Qué haces?
ORONTE: Mira, Orión, aquí está
ORIÓN: La sombra… Así que era cierto lo que decían…
¿Decir el qué?
Ahora os podría decir que la Sombra era la metáfora de la oscuridad que imperaba sobre el pueblo de estos dos amados, o que era un señor bajito vestido de negro que era rico y muy malo o un señor alto vestido de blanco que era pobre y muy bueno. También os podría decir que lo que decían en el pueblo era que la Sombra no tenía cuerpo, que simplemente era una voz tenebrosa, grave y oscura que se cernía sobre los pueblos inocentes que dormían a las afueras del gran castillo del Príncipe. Sin embargo, no lo sé. No sé qué es la Sombra que están buscando ni por qué la quieren matar. Oye, ¿Qué es aquello que decían?
ORONTE: Que la Sombra puede ser destruida de un único modo.
¿Y eso? ¿Qué es la Sombra?
ORIÓN: Llevamos años perseguidos por la sombra. Se cuela en todos los poros de nuestra piel, respira nuestro aliento y estamos en continuo peligro por su culpa.
¡Uy! Pues yo no he sido testigo de ninguna sombra, ¿Es grande?
ORONTE: Nunca la hemos visto
¿Entonces? ¿Cómo sabéis que existe?
ORIÓN: Porque está siempre presente.
¿Ahora está presente?
ORONTE: Está aquí, ¡ESTÁ AQUÍ!
Vale, vale, tranquilízate, Oronte, ¿Cómo puedo ayudar?
ORIÓN: El Antiguo Cilindro del Mundo dice que la sombra solo puede ser eliminada de un modo.
Ya, eso ya lo habéis dicho, ¿Qué modo?
ORONTE: Rogándole a la Sombra que coja un ánfora llena de agua.
No tengo agua, ¿Me esperáis y os la traigo? Vale, ahora, ¿qué más?
ORIÓN: Y que sobre las sagradas letras de la piedra negra vierta la sangre del mar y espere.
No entiendo eso, Orión, explícate mejor.
ORONTE: ¿Ves alguna piedra negra con sagradas letras?
Pues no, la verdad.
ORIÓN: Eso, delante tuyo, ¿lo ves?
¿El teclado? ¡Es verdad!
Es interesante el uso de los elementos clásicos como puede ser la Sagrada Letra o la piedra negra para sacralizar algo tan básico como puede ser un teclado de ordenador de los chinos. Ahora mi gato que lo tengo aquí al lado, sentado como una esfinge egipcia, me mira y podría decir de él que es una criatura mágica con el poder de destruir mundos.
ORONTE: ¡Vierte, Sombra, sobre las sagradas letras negras el ánfora de agua!
Es que encima es peludito, gris con manchas blancas y unas orejas grandes que recuerdan a un lince, pero más pequeñito, ya sabes. ¡Ay! ¿Nunca os ha pasado que vuestro gato se pasea entre los jarrones de Ming de vuestra familia o sobre la vajilla de porcelana de vuestra abuela? Qué vértigo dan a veces los gatos.
ORIÓN: ¡VIERTE EL AGUA SOBRE LAS SAGRADAS LETRAS NEGRAS!
¡No! ¡GATO! N̸̹̭͔̜̪͌͜õ̷̡̜̗̹̥̟̂͐͂͗̉̑.̴̝̟͍̟͊̓̽.̵̧̠̰͍̰͆̚.̴̠̦͇̳͉̉͐ ̴͚̣̗̬̬̝̫͕͑͛̏̒̍͘Ņ̵͈̪̪͕́̒͛̓͂̏͜͜ŏ̸̼̩͇̘́̐̆̔̕ͅn̸̢̳̪̼͚̗̣͉̾̏͋͠͠ͅò̸̹͕̺͝ͅN̵͒̓̇̄͜͠͝Õ̵͉̭̮̇́̉̀͌͊͝͝͠Ǫ̸̨̳̜͉͍̦̏̋̀̕
Espada y Pluma te necesita


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