Anna Karenina fue mi novela de verano. Y qué agradable, la verdad. Como comer unos garbanzos en cocido, concretamente. La receta de mi madre lleva muchos garbanzos, patata, un chorizo y en invierno una morcilla de Burgos, y un trozo de tocino. Es un plato consistente y lleno de sabor, porque el chorizo se encarga de eso, pese a que prácticamente no haya nada más que tres ingredientes en la olla. Es un plato que lo único que te pide es que te sientes a comer y te lo comas, y Anna Karenina (León Tolstói – 1878), por su estilo, es exactamente así. Lo único que te pide es que te sientes y leas.

Es una novela de adulterio, que es un género que en sí ya me gusta. Por su particularidad, por su especificidad y porque genera esa sensación de que lo que se cuenta no debería saberse. Un poco de placer cotilla, supongo. Y debo decir que Anna Karenina es mucho más compasiva con la adúltera que otras novelas. Anna es una mujer llena de contradicciones, porque no se había planteado que podía querer cosas que no tenía hasta el momento en el que no le queda más remedio que admitirse que eso es lo que quiere. Anna se ve a sí misma como una persona egoísta y ruin, y pese a todo no puede evitar querer algo más que lo que tiene. Frente a otras adúlteras como Emma Bovary (Madame Bovary), reina de los caprichitos, o Luisa (El primo Basilio), que no ve la realidad ante sus ojos, se nos presenta como una mujer más compleja, confusa y cambiante, pero sólida, creíble. Y pese a que, como todas las protagonistas de la novela de adulterio, Anna tiene su final de adúltera, el suyo es un final distinto. Es, quizá porque su vida así lo ha sido, más desesperado, más necesario. Anna necesita llevar paz a su ser como sea.

Además, una cosa que me aporta Anna Karenina es la posibilidad de mirar más allá de la relación adúltera. Permite conocer las historias de tres matrimonios muy distintos entre sí, y permite seguirles la pista viendo desde muchas posiciones diferentes muchas familias diferentes. Porque, como dice justo al empezar, “todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”. Creo que otras novelas de adulterio son simplemente un retrato de una dama adúltera y el relato de su adulterio, pero Anna Karenina va más allá, y nos muestra todo el contexto en el que se enmarca. Nos muestra cómo se anima a Anna socialmente a dar ese paso, cómo se considera que ese adulterio es beneficioso para Vronski, pero después es socialmente inconveniente para ambos y por ende, criticable y algo a finalizar cuanto antes. Los hombres que no son fieles en sus matrimonios son reprochados con un gesto de cabeza, mientras se vanaglorian con sus amigos de sus hazañas, pero a Anna todos los ojos que tiene encima están deseando verla caer, despellejarla y humillarla. Y no hay salida digna posible. Pero también nos muestra a Constantín, viviendo enamorado a la manera urbanita sin saber muy bien cómo encajarlo en su comprensión particular del mundo, a Kitty, pensando en sí misma y en quién quiere ser, más allá de la chica a la que le rompieron el corazón. Y seguimos la pista a Stépan y Dolly, el hombre que vive por y para ser infiel, y la mujer que vive intentando perdonar todo ello para poder seguir siendo funcional.

Y ahora que lo he terminado, la verdad es que me gustaría un poco coger un trozo de pan y rebañar el plato pero, lamentablemente, ya no hay ni con qué rebañar. Por suerte, parece que mientras yo leía las desventuras de la adúltera de la literatura rusa, el verano también terminó, así que puedo volver a empezar el ciclo, seguir buscando.


Espada y Pluma te necesita

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es patreon.jpg
La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es kofi.jpg

SOBRE LA AUTORA

Un pensamiento

Replica a Mario Guzmán Cancelar la respuesta