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A mi derecha tengo uno de los últimos libros que Héroes de Papel ha tenido a bien editar, Terror en Serie, una muestra de las muchas series que nos ha dejado la televisión desde los años 50 y que aún hoy día siguen siendo fundamentales para entender el entretenimiento mainstream, la cultura pop y, también, el cine de género y la realización de raza. Andaba rebuscando en algunas de sus páginas para escribir esta reseña cuando me doy cuenta de que a mi siniestra tengo otro ejemplar (maldita arbitrariedad) que se puede relacionar con el de mi diestra: un recopilatorio de relatos de H.P. Lovecraft editado por El País hace diez años y que también ando leyendo estos días. Dicho ejemplar, que no recoge los mejores relatos del escritor de Providence, pero sí una muestra interesante de los mismos, deja en estos momentos un hueco en una sección de mi modesta biblioteca dedicada al fantástico, el terror y la ciencia ficción, y ahí se las apañe quien quiera marcar los límites entre unos y otros. En esa sección se encuentran algunas de las obras que más me han marcado como lector, siendo adolescente y también tras ello; pero, si hago una retrospectiva personal de mi camino esta vez no como lector sino como espectador del género, me doy cuenta de que también el séptimo arte ha incidido en mí en gran medida gracias a películas como La Matanza de Texas, Alien, Suspiria, Dawn of the Dead, La Cosa o Videodrome. Las películas y series de este género, las cuáles en muchas ocasiones han quedado relegadas al ostracismo intelectual, pero que se convirtieron en abigarrados fenómenos de la cultura pop, tienen especial capacidad para incidir y erosionar en la mente del espectador. Muchas películas slasher de los 70 y los 80 no destacaron por su calidad, pero sí por proponer nuevas ideas y formas que las convirtieron en auténticos fenómenos de gran influencia. Esta fenomenología se puede rastrear hasta hoy en día: el cine de género continúa sin ganar premios, pero sigue teniendo alguno de los estrenos más importantes y esperados de las carteleras. En una época en la que, además, se hace un ejercicio de recuperación de los tópicos y formas que utilizaron los realizadores de los 70 y 80 (lo que va desde la influencia inconsciente e indirecta hasta el homenaje más evidente y reverencial) tiene especial sentido la revisitación que se hace a través de Terror en Serie.

La estructura del libro es sencilla. Se trata de un compendio de las series más importantes, influyentes, representativas o, sencillamente, mejores que traten el terror en alguna de sus manifestaciones, ordenadas cronológicamente. Esto implica decenas de series desde los cincuenta hasta la actualidad. Un par de páginas dedicadas a cada serie, en las que se mezclan datos históricos, apreciaciones críticas, referencias cruzadas y recomendación de episodios concretos de la serie que se trate.

Aunque me circunscribo aquí al ámbito más estrictamente personal, he sentido que el libro era una conversación con mi persona. Creo que al lector inevitablemente le llegará ese genuino amor y pasión que emanan los autores por las obras de género. Me siento uno más en medio de esta vorágine de referencias y reflexiones; siento que soy un alumno en una master class conjunta donde unos vehementes profesores tienen a bien ofrecerme tantas herramientas como son capaces en el menor espacio posible. Es un volumen donde descubrir y redescubrir, donde la lectura se puede enfocar de distintas formas: como se dice en la propia Introducción, puede ser desde un volumen de consulta ocasional a una bonita edición que hojear o un libro que leer de cabo a rabo. De esta última forma se intuye cierta linealidad (sorprendente en una obra escrita a ocho manos) desde la que explorar la evolución de las series del género a lo largo de los decenios, el cómo se teje un sinfín de influencias cruzadas y respuestas a fenómenos que ebullen de las sociedades de la época. Funciona, en esencia, se enfoque de una forma u otra. En mi caso, tras esta primera lectura de principio a fin, sin duda volveré a caer en entradas concretas en un futuro cercano para explorar esas series que desconocía y por las que se me ha despertado el interés. Sí que es cierto que la exploración del género que hace el libro no puede ser todo lo profunda o pedagógica que sería si se tratase de un ensayo de estructura más clásica; no obstante, nadie ha dicho que la educación sea lineal, ni que no se pueda aprender y disfrutar de los estímulos que nos llegan de las distintas direcciones.

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Tras cerrar Terror en Serie sólo me apetece zambullirme en antologías de terror clásicas y en las series más recientes de Netflix. Es fascinante ver los paralelismos que se trazan en las emergentes series y telemovies de los 50 y 60, las influencias estéticas y formales de las series de los 80 y 90 sobre las más actuales, así como la evolución del género en la pequeña pantalla hasta nuestros días, cuando también se están explorando nuevas vías que probablemente se recogerán y asentarán en el cine y las series (si es que son distintas) de dentro de unos años.

Terror en Serie vuelve a mi estantería con el objetivo de volver a ser consultado mañana y dentro de unos meses, cuando la curiosidad inevitable por el terror requiera una fuente rápida pero de calidad donde documentarse.


Espada y Pluma te necesita

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