¿Sois apasionados o apasionadas de las novelas policíacas y las novelas negras, pero os gustaría conocer a más autoras geniales a las que añadir a vuestra biblioteca ensangrentada? Si este es tu caso, ¡adelante! Y si no, también, pues nunca está de más conocer a mujeres que sepan escribir sobre vísceras, asesinos y donuts. Sin embargo, como es una pequeña guía de lectura vamos a empezar por la pregunta más importante: ¿Qué es una novela criminal?
La novela policíaca nace en el momento en el que el criminal adquiere una dimensión de anonimato y por lo tanto, se crea la figura del detective para que lo identifique. Por eso encontramos al inspector Dupin de Edgar Allan Poe o al famoso Sherlock Holmes de Conan Doyle; son dos detectives que, mediante juegos de raciocinio, logran encontrar al criminal o al ladrón. ¿Problemas? Que estas novelas al principio estaban muy bien, pero luego la gente se empezó a cansar un poco porque eran juegos de raciocinio y el crimen quedó relegado a un segundo lugar. Por eso los americanos crearon la novela negra.
De las entrañas más sucias y pestilentes de un Chicago sumido en la mafia, en la prostitución y en la delincuencia nace el detective de la novela negra, un personaje que se encuentra en los límites de la legalidad, se mueve entre cadáveres y corruptos y su motivación para investigar crímenes suele ser el sadismo o saldar una deuda del pasado. Aquí el mejor ejemplo es leer La cosecha roja de Dashiell Hammett, pues la primera parte del libro es una novela policíaca y la segunda parte es una novela negra con todas sus letras. Sin embargo, seguimos sin saber lo que es la novela criminal.

Bueno, pues la novela criminal es un término acuñado por la doctora Elena Losada en el que engloba una novela donde exista un crimen, sin necesidad de asesinato, y el cuerpo de la obra se centre en resolver el crimen. Por lo tanto, la novela policíaca y la novela negra pertenecen a este género. Pero, ¿Para qué hacer un género más? Bueno, pues porque hace tiempo llegó una señora que se convirtió en la madre de todas las señoras criminales: Agatha Christie. ¿Y qué escribía Agatha Cristie? Era una novela policíaca, sí, pero no era un juego de anonimatos y criminales, sino que fue lo que se llamó novela de enigma, es decir, el cuerpo de la novela era la resolución del puzzle, y no el de resolver el crimen que generaba un ambiente de misterio e intranquilidad. Y es donde también encontramos a nuestra primera detective: Miss Marple. Todo el mundo conoce a Hercule Poirot, pero Miss Marple protagoniza verdaderas hazañas a la hora de resolver los enigmas como hace en su primera aparición en Muerte en la vicaría (1930) donde investiga la muerte de un asqueroso coronel que bajo tierra hacía más bien que sobre ella. A raíz de Agatha Christie nace un interés por parte de los autores de novela criminal a personalizar a sus detectives hacia una rama más psicológica y, por lo tanto, más real. Es donde encontramos la novela procedimental de Georges Simenon y su inspector Maigret, que ya no es un intelectual, sino que es un policía y al mismo tiempo un gran psicólogo que escucha a la gente y acorrala al criminal. En este caso, encontramos que la figura del detective es desplazada por la de policía ya que el detective no resuelve crímenes y, por lo tanto, sería inverosímil la construcción del inspector Maigret. Asimismo, nos encontramos a Patricia Highsmith, quien comete de manera magistral una perversión del estereotipo original del asesino como alguien ajeno, peligroso y desconocido y nos presenta al encantador Tom Ripley en El talento de Mr. Ripley (1955).

Y a todo esto, ¿Dónde quedaba la novela criminal en el panorama literario en España? Bueno, durante más de 70 años no hubo novela criminal en España y el primero en abrir esa brecha oxidada y olvidada de la literatura después del franquismo fue el señor Vázquez Montalbán con su obra Recordando a Dardé. Pero aquí hemos venido a hablar de mujeres, ¿Dónde están las autoras criminales en España? Bueno, el primerísimo indicio de novela criminal lo encontramos, como no, en Emilia Pardo Bazán y su obra La gota de Sangre (1911) y en una Mercè Rodoreda muy joven que escribía su novela paródica Crim (1936) burlándose de las novelas de Agatha Cristie. Por lo tanto, ya sabéis por donde empezar. Sin embargo, ¿Qué pasa después de la dictadura franquista? Bueno, pues una de las primeras, sino la primera escritora que rescata la novela criminal es una sagaz Lourdes Ortiz con su obra Picadura Mortal (1979) que lejos de ser un libro sobre avispas asiáticas asesinas trata sobre el tráfico de heroína en España. ¿Pero sabéis cuál fue el problema después de la dictadura? Miss Marple tiene 13 novelas en las que podemos identificarnos con ella, pero las escritoras de los años 80 no tenían una continuidad en el género criminal, por lo que, como lector/a, no llegabas a construir esa imagen tan nítida y personal como sí lo podemos hacer con Sherlock o Poirot. Sin embargo, que no sea lo normal no implica que no exista, porque tenemos a Alicia Giménez Bartlett que construye un enorme mundo con sus personajes de la mano de su inspectora Petra Delicado que ocupa, si mal no recuerdo, más de 10 novelas criminales. Si os interesa empezar por alguna novela, Ritos de muerte (1996) debe ser la primera. En el último tiempo se ha hecho muy famosa la escritora Dolores Redondo y más allá del fenómeno Best-Seller, su importancia reside en que gracias a ella se visibilizó a todas las autoras de novela criminal en España. Para empezar a leer a Dolores Redondo el mejor es El guardián invisible (2012).
¿Qué tienen todas estas novelas criminales y qué las hace especiales? En primer lugar, las novelas criminales escritas y protagonizadas por mujeres tienen personajes vinculados. Nadie conoce a la bisabuela moribunda de Sherlock Holmes, ni sabemos si el Dupin tiene una hija. En cambio, cuando la detective o inspectora es mujer, suele estar vinculada al cuidado. Tenemos a Victoria González, detective protagonista en Niñas perdidas (2011) de Cristina Fallarás quien, a la vez que investiga el asesinato de tres hermanas, lidia con las problemáticas del embarazo. Por lo tanto, las mujeres en la novela criminal tienen vínculos alrededor de la maternidad.
Otra idea importante es la representación de la violencia. Si por ejemplo leemos a Lorenzo Silva nunca faltará la mujer descuartizada, violada, desnuda y tirada en la escena del crimen. Sin embargo, la violencia en las novelas criminales de autoras es diferente, pues el crimen femenino sigue aferrado a la domesticidad de la mujer. Por esta razón, los crímenes son de cuña doméstica. ¿Cuál es el crimen más famoso del ambiente doméstico? El veneno. Lo que en la España de antes se llamaba la mala sopa, una sopa de cristales triturados que poco a poco mataban al señor inútil que tenían por marido.
«Lo tiene todo planeado: el pequeño hilo de sangre cayendo del oído de la niña, punzón, cuchilla, aguja, recorriendo el cuello para ir a alojarse, alambre, espino, barra, bajo la axila infantil. Saca del bolsillo la pequeña cerbatana y de un disparo sin saliva le clava el dardo en el pecho. Tres, dos, uno, ¡sueño!«
Las niñas perdidas (2011), Cristina Fallarás
No viene al caso, pero Amelia Valcárcel, figura necesaria en el panorama del feminismo actual, nos dice «Si no podemos hacerlos a ellos buenos, hagámonos nosotras malas». Y precisamente por esta razón, María Xosé Agra se ha dedicado a estudiar a la mujer que mata, pues la hipervisibilización de la violencia de la mujer en el espacio periodístico es muchísimo mayor que la del hombre, pues la mujer que mata es la mujer que adopta un papel en el que se rebela contra un sistema patriarcal, la mujer que mata se convierte en Medea. Por lo tanto, vamos a realizar una pequeña guía de inspectoras y detectives que resuelven estos crímenes.
En primer lugar y, probablemente, el más irónico recomiendo la lectura de Rosa Ribas y a su detective Cornelia Weber-Tejedor. La gracia de la obra se encuentra en el mismo nombre, pues Weber en alemán es el tejedor y por lo tanto, Cornelia, a través de la investigación, está tejiendo la obra que leemos. Es algo similar a lo que pasa con Petra Delicado de Alicia Giménez Bartlett, que al mismo tiempo que su nombre contiene la dureza de una piedra, también es una mujer sensible y delicada. Si Sherlock Holmes tenía el violín y Poirot tenía el chocolate belga, como dato anecdótico Cornelia es adicta a los donuts. Una obra para empezar con Cornelia es Entre dos aguas (2007). Otra figura muy interesante de Rosa Ribas es Ana Martí, pues es una mujer de la España de los años 50 y como hemos dicho al principio, no existían las mujeres polícias ni detectives, pero sí que existían periodistas. Por lo que os resultará interesante leer Don de lenguas (2013) si queréis una novela criminal cuya protagonista sea una periodista.
Otra gran escritora de novela criminal es Berna G. Harbour. ¿Por qué? Porque ha entendido la gracia de las novelas criminales y ha creado en su obra algo que permite un seguimiento. Para leerla tiene dos obras por las que empezar. La primera es Verano en rojo en el que se trata un caso de pederastia y la segunda —un poco más recomendable porque no es tan violenta— es El sueño de la razón en la que se trata un caso de narcisimo. Ambas recomendables para leer en una tarde de verano para no salir más.

Es interesante comprobar los cambios de rol de genéro en este tipo de novelas porque al igual que el subalterno de Petra Delicado era Fermín Garzón, Cristina Fallarás nos propone a la detective Victoria González y a su ayudante Jesús. Probablemente la obra Niñas perdidas (2011) sea la más radical de todas las obras, pues la representación de la crueldad y la violencia en estado puro no viene dada por la violencia del personaje, sino que viene dada por la violencia de toda la sociedad. Como indicaba Elena Losada en Tras la pista: «Podemos pasar pisando el cadáver de un niño muerto, pero no podemos ver sufrir a un perro». La crueldad contenida de la sociedad está concentrada en el personaje que mata animales y, al mismo tiempo, da instrucciones de cómo hacerlo con la crueldad necesaria.
En el otro extremo encontramos a Empar Fernández que escribe novela criminal sin crímenes. Empar pertenece a un grupo de autores y autoras que decidieron crear las historias canónicas de la literatura catalana que faltaban y entre los géneros que faltaban se encontraba la novela criminal. Este grupo es el llamado Ofelia Dracs y una de las obras más importantes de Empar es La epidemia de la primavera, situada en las trincheras de la primera guerra mundial y las primeras revueltas organizadas por mujeres en la Barcelona de la época.
Creo que esta pequeña guía se ha convertido en una guía que da para un par de meses, igualmente creo que todas ellas son necesarias y, al mismo tiempo, interesantes. Si os atrevéis, también podéis leer a Itxaro Borda, escritora únicamente en vasco cuya identidad se encuentra en escribir literatura negra vasca rural. No os preocupéis, igualmente, pues si queréis una novela criminal rural más accesible tenéis Habitación cerrada de Agatha Christie. ¿Y qué pasa con Latinoamérica? ¿No hay novela criminal de mujeres latinoamericanas? Bueno, la novela criminal tiene la gracia en la investigación del crimen. Sin embargo, las autoras latinoamericanas presentan un estado de criminalidad, por lo que se crea un nuevo tipo de crimen cuya investigación no es el centro del relato y que por ende no enmarcaremos aquí para no abrir otro sendero.
Espero que esta guía os resulte útil cuando queráis encontrar a buenas autoras criminales y dejar de lado a los escritores que no paran de dejar un reguero de mujeres violadas y desnudas descritas de forma casi erótica. Pero, ¿Y si quiero saber más autoras de las que recomiendas aquí? Porque aquí has recomendado unas doce autoras, pero cuando quiera más, ¿Dónde busco? Bueno, cuando llegue el momento podréis visitar la fantástica página web de Mujeres y novela criminal en España (MUNCE) en el siguiente enlace y pasaros horas y horas encontrando a detectives, inspectoras, periodistas, autoras y demás mujeres que ya configuran un pilar en la tan consumida literatura criminal.
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