Uno de los aspectos más relevantes de Netflix y otras plataformas de contenido bajo demanda es que son capaces de volver a convertir en fenómenos de masas a viejas glorias de la cultura pop. En estos momentos parece que está sucediendo con Neon Genesis Evangelion y, respecto al texto que nos ocupa, lleva sucediendo con Friends desde que aquella la añadió a su catálogo hace varios años. La serie de la NBC es ahora descubierta por las nuevas generaciones y redescubierta por numerosos fans a los que necesariamente los años les han cambiado. Con ello, se muestran ciertas tiranteces y desequilibrios que no se apreciaban durante su emisión (entre el 94 y el 2004, diez años donde fue líder incuestionable en antena), resultado de la revisión de valores morales y perspectivas políticas que se vienen dando precisamente a lo largo de la emisión de la serie y tras finalizar esta.

Es fácil ver el machismo, la homofobia o la transfobia que desprenden muchos personajes, siendo en gran medida tópicos comunes desde los que hacer humor. De la misma forma, también es posible ver cómo ciertos personajes son ridiculizados o directamente reprimidos por dichas actitudes. Creo que los 90 y el comienzo de los 2000 se caracteriza por ser un punto de inflexión (o, al menos, los prolegómenos a este) en numerosas cuestiones que atañen a la moral colectiva, la percepción cultural de la economía y la política y el modelo de vida despreocupado y estanco que propone el sueño americano; todo ello ocurriendo bajo el amparo de un sistema capitalista que se resquebrajaba poco a poco hasta estallar de golpe y sin demasiado aviso previo con la crisis del 2008. Friends, como insignia de la cultura pop y éxito incuestionable en innumerables países, puede servirnos como reflejo de la sociedad de la época y ayudarnos a entender qué situación pasaba Nueva York, Estados Unidos y el mundo occidental en aquellos momentos.

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En primer lugar, el género al que pertenece la serie es el ya archiconocido sitcom o comedia de situación, un tipo de subgénero de la comedia caracterizado por, efectivamente, las risas enlatadas tras los gags (bromas, chistes), pero también por la utilización de una iluminación y formalidades características que reducen la práctica totalidad de la complejidad creativa al guion. No se recrean en movimientos de cámara, juegos de iluminaciones o cambios estéticos demasiado marcados; en términos formales, Friends empieza igual que acaba. De esta forma, el espectador a los pocos capítulos ya se encuentra cómodo en la gramática de la serie, se despreocupa del cómo y se focaliza en el qué: las tramas y los personajes. Por ello, se logra empatizar con ellos a poco que se preste atención. Aunque hay un hilo conductor a lo largo de las distintas temporadas que atañe a las grandes tramas (las idas y venidas de Rachel y Ross, la relación de Phoebe con su familia…), es posible saltarse algún capítulo que otro o ir al baño sin pausarlo; aunque salgamos puntualmente de la trama, volver a ella es fácil y placentero. Las formas de esta serie hacen que pueda ser vista con total despreocupación y el espectador se sienta cómodo dada la ausencia de cambios entre episodios y temporadas.

Ello encaja con ese carácter de despreocupación que se vivía en los 90. Aunque la pobreza lleva existiendo desde siempre en los estratos más bajos de la sociedad, por aquel entonces todavía no había impactado en las llamadas clases medias con la fuerza que lo haría tras la crisis de 2008. Es por ello que muchas series que nacieron en esta época tenían un esquema similar al de Friends (episodios cortos, muchas veces autoconclusivos, donde las formas estaban supeditadas a la trama) y carecían de una reflexión social explícita sobre las peculiaridades sociales que vivía aquella época. Era una época despreocupada que ofrecía, en buena medida, contenido de consumo despreocupado. Despreocupado no quiere decir de mala calidad; en el mismo caso de Friends, que buena parte de sus gags y su estructura humorística por cada episodio resistan el paso del tiempo es señal de que había guionistas talentosos detrás de la serie con una capacidad extraordinaria para la inventiva y la generación de ideas ingeniosas, sobre todo en su primera mitad.

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Por otra parte, como decíamos, en Friends la reflexión sobre lo social sólo se aborda de manera tangencial, pero la retrospectiva desde el presente nos permite ver los cambios de paradigmas desde entonces. En Friends, todos los personajes son veinteañeros que están acabando de resolver sus vidas, con trabajos más o menos estables (o facilidad para encontrarlos) y lugares donde establecerse. Son personajes que persiguen la consecución del tan ansiado sueño americano: un buen trabajo, dinero con el que vivir holgadamente, familia y, en definitiva, un futuro arquetípico y estable. Estando a las puertas de ello, los personajes pueden dedicarse a cuestiones más accesorias: los amores esporádicos, los viajes impensables, las mascotas extrañas. Es el caldo de cultivo perfecto para la escritura de una serie de estas características: episodios movidos por problemas irrelevantes y disparatados y unos personajes con los que identificarse. El 2×13 es una suerte de disputa entre Rachel y Monica por el amor de Jean-Claude Van Damme; en el 2×21 se puede ver cómo unos matones echan a Ross y Chandler de la mítica cafetería Central Perk, como una especie de traslación del abusón de instituto a la realidad de unos hombres veinteañeros; 3×09 es un episodio dedicado a un partido de rugby entre los amigos que se magnifica en disputas personales entre ellos, en uno de los casos por llamar la atención de una mujer holandesa. Incluso los problemas que pudieran parecer de mayor envergadura son tratados con superficialidad, en parte por la tendencia natural del humor, en parte por la convulsa época a la que nos referimos: en el 2×05, hay una especie de división en el grupo de amigos entre los que tienen dinero y pueden costearse ciertos caprichos, y los que no, y han de ir a remolque de los primeros; en el 2×06, Chandler y Joey pierden al hijo de Ross y han de llevar a cabo un enorme periplo para recuperarlo.

De esta forma, lo que se ve en Friends es, por un lado, episodios donde los problemas de los personajes son totalmente intrascendentes pero sus ingeniosas peripecias nos divierten; y, por otro lado, episodios donde las tramas reflejan problemas personales o sociales muy importantes pero que son tratados con cierta superficialidad, en parte por la despreocupación inherente a la época, en parte por el tratamiento humorístico.

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Otra perspectiva de análisis interesante es la de los propios personajes. Todos son muy caricaturescos, definibles por algún rasgo o expresión, y con motivaciones propias: Ross es celoso, manipulador e infantil; Rachel es una ex chica rica que no sabe adaptarse a su nueva vida; Phoebe es una auténtica excentricidad con un humor muy propio; Monica es una obsesa del orden y lo metódico de la vida; Joey es un guaperas sin muchas luces pero que tiene suerte con las chicas, a pesar de tratarlas como trapos; y Chandler es alguien con claras carencias emocionales que utiliza instintivamente el humor como arma de defensa y forma de distinguirse en el grupo. Las tramas que atañen a los personajes son, además, muy propias de esta época, donde los valores eran otros: los chicos en muchas ocasiones luchan por captar la atención de alguna chica, en una suerte de guerra biológica encubierta por mantener el poder y la dominancia; a las chicas en muchas ocasiones se las muestras histéricas ante las rupturas o algún hombre; Ross en innumerables ocasiones deja ver su lado más infantil, dependiente y misógino al intentar que Rachel sea suya en exclusiva; Chandler es en muchas ocasiones objeto de burla por ser “demasiado femenino” o “parecer homosexual”; el aspecto de otros personajes secundarios es en muchas ocasiones motivo de burla. Lo más sorprendente es que la serie es capaz tanto de criticar aquello que muestra como de sencillamente sumarse a la fiesta del humor sin reparo alguno. Es por ello que la mayor parte de las veces Ross es ridiculizado explícitamente cuando toma estas actitudes que señalábamos antes, o Rachel lleva a cabo un discurso acerca de la necesidad de la independencia económica de las mujeres para alcanzar así independencia social. Pero, también, se hacen mofas de homosexuales, transexuales o gente fea; algo que sería mucho más complicado de ver en una sitcom actual sin que haya una reacción social ante ello.

***

Friends nos muestra una sociedad (la occidental de los 90) desconcertada, confundida; una que se limita a seguir a ciegas la estela de sus generaciones pasadas y que es capaz tanto de lo mejor como de lo peor. En los personajes, y así en la sociedad de la época, conviven las ideas más avanzadas (un protofeminismo moderno, por ejemplo) con las más retrógradas (la misoginia y la homofobia, i.e.). Estamos ante unos personajes que aceptan ciertas ideas como rechazan otras de manera irreflexiva; se constituyen como seres con los que la sociedad actual conecta y desconecta a partes iguales. Nos sentimos identificados con ellos, con lo que dicen y lo que les pasa, hasta que se produce una ruptura de valores cuasi generacional, síntoma de que las sociedades evolucionan, y de que las crisis y los movimientos sociales no suceden en vano. Buena parte de la generación que consumía Friends, la que entonces tenía veintitantos y ahora treinta y tantos o cuarenta, es exactamente igual a los personajes que narraba aquella: gente que comprendía algunas de las ideas más progresistas que venían de ciertos movimientos sociales, pero que tenía tantos comportamientos e ideas viejas asumidas que era incapaz de llevar siempre aquellas a la práctica.


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