Encontré a David Suárez de chiripa en Youtube, hace ya años. Y me hizo muchísima gracia porque pensé que era un cafre de narices, pero con las cosas claras. Y me ha pasado con él algo que ya me había sucedido con otro cómico… Pero al revés.

Con ese otro cómico me pasó una cosa, y es la siguiente: le escuché la primera vez y pensé que era un absoluto gilipollas al que alguien había dado un micrófono por error. Luego, con los años, pasé a pensar que a lo mejor algo de gracia sí tenía, porque jajá, qué irónico, jajá. Y en cuestión de dos semanas volví a mi idea inicial: su humor está dando la mano al ser gilipollas para que los hombres gilipollas se puedan reír, sintiéndose de izquierdas, mientras se quedan en lo que todos sabemos que son, y que no voy a describir aquí porque qué necesidad tengo yo de hablar de hombres lamentables otra vez.

Con Suárez me pasó al revés. Según lo escuché la primera vez, vi que era un cafre de narices pero que sabía que lo que decía era de ser cafre y que, pese a ello, tenía claro que el humor se hace de abajo hacia arriba. Después puso ese tweet, supongo que sabemos a qué tweet me refiero. Si no es así, os lo resumiré en un chiste sin gracia, desafortunado por decir poco, ciertamente ofensivo… Y claro, en Twitter.

Tengo que decir que yo vivo pensando que todo el mundo es consciente del lugar en el que está. Luego me sorprendo y me quedo catatónica mirando la pantalla cuando pasan estas cosas, porque de repente alguien se ha salido tanto del tiesto que no tengo palabras ni para reaccionar. Todos nos equivocamos, faltaría más, pero hay equivocaciones y equivocaciones. Puedes enviar un mail mal redactado teniendo fiebre y puedes apoyar los pies sobre el botón de las bombas nucleares. Hay… baremos y niveles.

Respecto al hacer chistes y dónde hacerlos, Quique Peinado lo comenta de pasada en su columna: el contexto es importante. Y estoy de acuerdo con Peinado, como muchas otras veces (casi siempre). Pero es que a Suárez lo pueden meter en la cárcel por un tweet. Un tweet horrible, sí, de humor negro, sí, de esos que casi son un agujero negro más que humor, pues sí. Pero es que os recuerdo que tenemos a auténticos nazis en esa red social. Que tenemos a gente vanagloriando a dictadores muertos, celebrando que se hagan misas por ellos, tenemos políticos usando tweets para difundir bulos, para promover el acoso a colectivos oprimidos de formas mucho más violentas, directas y efectivas que esa auténtica gilipollez. Pero supongo que es más fácil ir a por un cómico que parece gilipollas antes que a por un político de extrema derecha, porque si alguien tiene que pagar por sus palabras, ya sabemos quién va a ser.

Que no es el primero. Y eso ya es preocupante de por sí, pero es que lo peor es lo que sigue a esa frase, y sabéis igual que yo la frase que viene ahora. Que no será el último.

¡Que no será el último! ¡Juzgado por un tweet! ¡Por un chiste fuera de lugar! ¡Y mientras tanto, en Cádiz a los trabajadores del metal los han estado apaleando! ¡La policía está haciendo el bárbaro por ahí, olvidándose (o no) de que ellos son los anti, no los disturbios! ¡Y va a haber tres jueces juzgando un tweet de hace dos años! Pero qué cojones está pasando. Qué cojones estáis haciendo. No lo pregunto, lo digo de forma enunciativa, no quiero una respuesta, quiero una reacción. Un poco de vergüenza, un empezar a arreglar el estropicio, un aflojarse la corbata, un mirar al suelo.

Yo hace tiempo que dejé de usar Twitter en serio. Porque no me parece que me traiga nada bueno y porque el meme de Audiencia Nacional Intensifies me venía a la cabeza cada vez que iba a twittear estando enfadada. Así que he optado por callarme, que es una cosa que odio hacer, pero a la que mi cabeza me obliga, una y otra vez.

Y me gustaría mucho deciros algo sobre esto. Una conclusión, alguna cosa profunda y elaborada sobre la situación de Suárez, y sobre ese tweet y sobre su juicio y sobre la situación en general, pero prefiero seros sincera: no me sale. Estoy mirando, leyendo, estoy asimilando cosas y pensando, formándome mi opinión al respecto. Cuando la tenga, igual la comparto. Aunque, como seguramente me la forme después de la sentencia, lo más seguro es que me la guarde para mí. Como ya dije una vez, no tengo ni ganas ni dinero para pagar a un abogado.


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