Contiene spoilers de La La Land y Whiplash
La La Land (Chazelle, 2016) es una película con un envoltorio alegre y ligero, pero a poco que te adentras en ella observas un núcleo más amargo. Uno de los mayores logros de película de Chazelle es que logra despertar todos los sentimientos básicos (tristeza, alegría, rabia, etc.) en quien la ve, alternando unos y otros en diferentes partes del metraje. Pero bien es cierto que hay quien la interpreta como una suerte de culminación vital de los sueños y hay quien la entiende como justo lo contrario: la ofuscación de uno mismo por un sueño impuesto te lleva a tener una vida que en el fondo no quieres. Los hay, también, que hacen una mezcolanza entre lo uno y lo otro. Creo que ambas interpretaciones, como otras muchas que puede haber, son correctas. Trataré de exponer la mía propia.
“Tal vez deberíamos dejar los sueños y empezar a madurar.”

Chazelle es un guionista de conflictos. Ya en Whiplash (Chazelle, 2014) nos ofrecía una visión de los sueños que no es la comúnmente publicitada en los medios: los sueños, en muchas ocasiones, nos vuelven obsesivos, locos y estúpidos. Los sueños (autoimpuestos o no) como motor de nuestra vida nos pueden llevar a hacer cosas que en un contexto normal consideraríamos extremas: el protagonista deja a su novia porque no quiere dedicarle tiempo a ella sino a ser el mejor con la batería, casi se mata en un accidente de coche porque no quería llegar tarde para no decepcionar al resto de músicos, le llegan a sangrar las manos de tanto ensayar… Esto, en según qué contextos, podría ser algo aceptable o incluso elogiable; porque todo sea para alcanzar tu sueño. Pero una vez nos exponen de manera tan rotunda y explícita no ya los sacrificios, sino las chaladuras de un soñador que se vuelve un cínico obseso, se nos empieza a descomponer el concepto tan bien vendido de sueño.

“¡Esto es el sueño! ¡Es conflicto, es un compromiso… y es muy, muy emocionante!”
En La La Land el discurso sobre los sueños sigue abierto. Esta vez, antes que exponernos los sacrificios inhumanos que se deben lograr para alcanzarlos, se nos genera un nuevo debate dentro del mismo tópico: la naturaleza de los sueños y todo lo que suponen. ¿Qué son los sueños? ¿Es madurar “cambiar los sueños” para hacerlos realizables, como se dice en la película? ¿Merece la pena luchar por algo que probablemente no se cumpla? ¿Hasta qué punto somos partícipes de alcanzar nuestros sueños y no estamos sometidos a un puñado de casualidades y circunstancias inmanejables? Todas estas preguntas, de manera implícita o explícita, tangencial o decidida, están en La La Land. Probablemente la cinta no tenga interés en responder ninguna de ellas, sino darle al espectador un abanico de posibles interpretaciones para que cada cual elabore una respuesta propia.
Es fácil sacar una conclusión del final de La La Land: los sueños se cumplen, pero no exactamente como esperaríamos. Sebastian logra tener su club de jazz y Mia ser una actriz respetada en Hollywood, pero a su vez acaban separados por razones que ni ellos mismos controlaban. Sebastian se había visto obligado a dedicar todo su tiempo a un grupo que no le gustaba para conseguir dinero para abrir el club, mientras Mia trataba de sacar adelante una obra de teatro en solitario. La discusión llega una noche cuando Mia le recrimina estar en un grupo tocando música que no le gustaba, cuando su meta era abrir el club y mantener vivo el jazz. Es entonces cuando Seb le dice aquello de que “ha cambiado sus sueños” y de que “ha madurado”.

Lo que había pasado es que la realidad se le había echado encima. No sólo había tenido que empezar a trabajar en un grupo que odiaba para costearse su sueño, sino que una vez en el meollo del asunto se da cuenta de que quizá su sueño no tenía tanto valor y era preferible la estabilidad que le otorgaba el grupo.
Entonces es cuando la relación entre ambos empieza a caer. La relación, su ensoñación particular, duró un verano. Floreció en primavera, fue espléndida bajo el sol estival; pero llega el otoño y las flores se marchitan. Y se marchitan no porque ellas lo decidan o tengan un error, sino porque algo superior e inescrutable les obliga a ello. La primavera puede durar más o menos, pero el otoño llega para todas las flores del verano.

Antes de acabar la película, Sebastian colabora para que Mia consiga una audición que le llevará poco después a ser una actriz de renombre. Esto les obligará a separarse definitivamente. Sólo cinco años después, por pura casualidad, Mia acaba en Seb’s: el local de jazz que él mismo había abierto tras, presumiblemente, haber dejado el grupo. Cuando las miradas de ambos se cruzan, después de tanto tiempo, aparece una ensoñación a modo de escena musical: la imaginación de cómo hubiesen sido sus vidas de haber seguido juntos. De cómo ambos habrían conseguido sus sueños, y además haber mantenido la relación. Pero no es más que eso, una ensoñación. Un sueño tan bonito como imposible. Una amalgama de invenciones infantiles sobre lo que podría haber sido pero no fue.
Una de las posibles preguntas que queda tras el epílogo es: ¿han cumplido sus sueños? La respuesta corta es sí. Pero lo cierto es que son victorias unidas a fracasos. No ha sido cuestión de escalar una montaña de sacrificio para llegar a un estado idílico de felicidad: probablemente esa felicidad nunca se alcance pura y dorada, sino manchada por todo aquello que hemos tenido que dejar atrás para que haya sido así. Una victoria parcial que nos permite darnos cuenta de que los sueños son un arma de doble filo y que no somos poseedores al completo ni de nuestro propio destino.
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SOBRE EL AUTOR

Relamente para nosotros fue un gran descubrimiento en los últimos Oscar, una película de un género poco frecuente (actualmente), pero a la vez, como bien dices, con un potente transfondo en su argumento. A nosotros nos encantó.
HemosVisto!
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Se vendió como una película comercial y, aunque obviamente lo es, sí que es cierto que no gustó a todo el mundo por la gramática que tiene (la de un musical a veces desesperanzador a veces terriblemente alegre) y el lenguaje subyacente, que requiere de una mínima interpretación para sacar conclusiones.
¡Gracias por comentar!
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