Vengo a hablaros de 4 películas. Quizá las conozcáis, quizá no. No me propongo hacer un análisis exhaustivo de cada una de ellas, sino simplemente introducirlas. Me conformo con que se den a conocer para alguno de vosotros, porque creo que todas y cada una de ellas bien merece un visionado, cada una por distintas razones.
Mean Streets (Malas Calles)
Martin Scorsese, 1973.

El cine de Martin Scorsese es tan reconocido como reconocible. Pero no es únicamente porque sus historias traten de delincuentes diseñados por sus circunstancias y se ambienten en lugares poco recomendables que nutren la naturaleza psicótica de aquellos. Es por eso; pero hay más gente que hace eso. Lo verdaderamente relevante es la forma de contarlo: Scorsese decide, sencillamente, presentar las situaciones. Con elegancia propia nos cuenta qué sucede, sin dar demasiados juicios de valor. “Esta es la realidad, es una mierda y quiero que la veas”, parece decirnos. Con su cine nos revela las verdades subterráneas de la naturaleza humana individual y colectiva, haciendo evidente lo que siempre ha estado ahí pero nos venía mejor obviar: desde los problemas mentales a la delincuencia.
Mean Streets no fue la primera película de Scorsese, pero sí fue el germen de lo que después serían Taxi Driver o Goodfellas: una cinta amarga, nacida del impulso de un joven que quiere retratar los barrios bajos de la Nueva York donde creció. No es una película perfecta; no estamos hablando de la maestría formal que alcanzaría con Toro Salvaje o el desarrollo de personaje que veríamos en Taxi Driver. Desde cierta óptica podríamos verla como un conjunto de escenas con sentido individual. Existe un hilo narrativo, pero no es una historia de personajes firme como en sus trabajos posteriores, sino que la película se estructura más bien como un mosaico que nos muestra determinada realidad sin distorsionar pero sí con una pátina de pulso cinematográfico.

Mean Streets es una película seminal. No es una obra maestra, pero sí es más que notable. Un anticipo del gran carácter de Scorsese para la narrativa cinematográfica. Vemos, además, unos jóvenes Robert de Niro y Harvey Keitel con unas interpretaciones interesantísimas: respectivamente, la de un joven sin aparente rumbo que acabará por autodestruirse y la de un tipo bien plantado en la tramoya que quiere evitar que aquello ocurra.
Suspiria
Dario Argento, 1977.

Dario Argento es sin duda un nombre destacado en la generación de directores de terror a la que también pertenecen nombres como George A. Romero, Tobe Hooper o Wes Craven. El italiano únicamente trabajó en una ocasión para Hollywood (con Trauma, en 1993), siendo el resto de su cine lo que llamaríamos cine independiente, de mediano o pequeño presupuesto, más ligado a la tradición europea que a las corrientes que venían desde América.
Suspiria es una película abrumadora, una obra maestra del terror. Se dice del realismo mágico que es la intromisión de la magia en el mundo terrenal, cotidiano; es la aparición de elementos fantásticos donde no debiera haberlos. Buena parte del género de terror se nutre de ello para elaborar premisas: una cabaña encantada, un pueblo sobre el que cae una antigua maldición, una muchacha endemoniada… Son pequeños brochazos de inquietud en la quietud más prolongada. Suspiria usa una academia de danza para contarnos una historia sobre viejas brujas y la utilización de sus poderes para hacer el mal. Hay quien la considera extraña, incomprensible e incluso absurda; lo cierto es que es una película sencilla con una narrativa extravagante. Dario Argento construye las escenas a su antojo, distorsionando espacio, tiempo y color según le conviene para enriquecer cinematográficamente la película. La iluminación con colores simples (rojo, azul, verde) en muchas escenas le imprime una riqueza plástica enorme. Y parece hacerlo a destiempo: cuando la protagonista apaga la luz de la habitación, la habitación no queda a oscuras: se vuelve verde. ¿Y por qué? Pues porque estéticamente alguien pensó que así quedaría mejor.
De la misma manera, Suspiria está montada con un corte excepcional. Las imágenes, grabadas con gran cantidad de recursos cinematográficos, componen las situaciones como si se tratase de un puzle. A lo que hemos de sumarle el uso del sonido: en un porcentaje muy alto de la cinta tenemos música estridente sonando a gran volumen. Pero no sólo tiene significado el sonido, que nos anticipa situaciones y ambienta y conduce muchas otras, sino que el silencio también lo tiene, hasta el punto de que el mero hecho de retirar la música en muchos casos es suficiente para prevenirnos de que algo va a ocurrir. Se genera una gramática sonora que llega al espectador con gran facilidad.
Como thriller, además, es excepcional. Partiendo de elementos narrativos sencillos se genera una historia con gran pulso narrativo, sencilla y comprensible; dejando la complejidad para los apartados exclusivamente cinematográficos, como antes habíamos comentado.

Es una película imprescindible (si es que existen tales películas) para los fans del terror.
TOMBOY
Céline Sciamma, 2011.

Creo que esta es una película malentendida por muchos desde su base. Muchos la han tomado (incluso en muchas sinopsis se puede leer así) como una película “sobre una niña que aprovecha una mudanza de verano para hacerse pasar por un niño”. Es, en realidad, la historia de un chico transexual que tiene que luchar contra el mundo para ser quien es. La historia de un chico con vagina que se ve obligado a hacer multitud de cosas para que esto no se note; la de un chico que se presenta como chico a sus vecinos y potenciales amigos porque es lo que verdaderamente es. Pero el mundo no le pondrá las cosas fáciles, y cuando todo parece funcionar la ensoñación se difumina y se muestra el monstruo de los prejuicios, la realidad de la crueldad de los niños y el rechazo de tus propios padres.
La dirección de Sciamma trata la historia con el mayor realismo e intimismo posibles. Las situaciones son absolutamente plausibles y no se les da un tratamiento cinematográfico ulterior; simplemente se recoge lo que en la vida real sucedería en esas circunstancias, simplemente manejando la cámara con gran sensibilidad. Con esto se consiguen unas escenas alegres y entrañables, pero también otras amargas y absolutamente duras.

Si os gusta el cine más intimista, relajado en su ritmo y apegado a los problemas reales de los niños y niñas transexuales, esta es una película muy recomendable. Tanto como necesaria.
TYRANNOUSAUR (REDENCIÓN)
Paddy Considine, 2011.
Tengo especial debilidad por las historias de hombres venidos a menos. De historias crueles, que desgastan a las personas en cuerpo y alma. Hace poco se estrenó el Logan de James Mangold, una rara avis en el género de superhéroes actual, que va aún más allá en términos de crudeza que el cómic en el que se basa, El Viejo Logan de Frank Millar y McNiven. Tyrannousaur no es la historia de un héroe venido a menos; es simplemente la historia de un hombre acabado, destinado a una vida monótona y pobre en un barrio poco amigable de Inglaterra.
Tyrannousaur no esconde sus cartas ni juega al despiste. Es una película gris incluso en términos visuales, y no tarda mucho en ofrecernos la violencia que poco a poco irá escalando hasta cotas muy altas. Una violencia que lo envuelve todo y que penetra en la cotidianidad. El protagonista parece querer evadir su propia redención porque ha aceptado su propia condición de fracasado; hechos previos en su vida supusieron puntos de inflexión que le impiden ahora convertirse en una persona mejor.

Tyrannousaur es una bestia. Muestra su crudeza y violencia sin tapujos, aún a riesgo de no saber contenerse.
Espada y Pluma te necesita


SOBRE EL AUTOR
