Voy a empezar esta columna citando a Stephen King, así que preparaos para lo que venga después.
Cada libro que escoges tiene su propia lección o lecciones, y muy a menudo los libros malos tienen más que enseñar que los buenos»
El endemoniadamente prolífico autor nos ha dejado libros buenos y libros no tan buenos, algunos de los cuáles han pasado a formar parte de la cultura popular. Y, para demostrar esto que citábamos, el subconsciente le traicionó e hizo Maximum Overdrive, una película con la que nos lanza a la cara la mediocridad.
Pero hay mucho de verdad en lo que dijo King: hay que poner en valor los aciertos parciales de las obras mediocres o directamente malas. En un entorno que tiende a la polarización y la hipérbole, todas las obras parecen convertirse en químicamente malas o buenas; en cierta medida, si nuestra opinión de una obra es tibia, no posicionada en uno de los extremos, pierde interés. Por estadística, la mayoría de obras se acercan a la mediocridad, y el común de obras que consumimos están llenas de fallos y aciertos a partes iguales. Ver una película que es sólo buena o jugar a un videojuego de seis no es una pérdida de tiempo, sino que probablemente esas obras tengan gran cantidad de cuestiones a valorar positivamente y fallos de los que podamos aprender. A veces, para saber lo que nos gusta debemos saber lo que no nos gusta. No pasa nada por consumir obras malas o no tan buenas.
De Resident Evil 5 aprendí lo que no me gustaba de un shooter de esas características. No soy especial fan del Suspiria de Luca Guagagnino, pero hay escenas que me maravillaron. Tampoco me gusta mucho Black Mirror, pero algunos de sus capítulos tienen ideas muy rescatables. La nueva trilogía de Tomb Raider tiene un guión y estructura horribles, pero la kinestética que emanan sus controles es envidiable. Hay quien diría que ciertos clásicos contemporáneos como Frankenstein o La Máquina del Tiempo son aburridos; y, en cierta medida, lo son, pero también tienen una resonancia abrumadora en la conciencia y la historia de la ciencia ficción. La propia Maximum Overdrive de Stephen King tiene ciertos destellos a nivel de guión, pese a ser rematadamente mala en casi todo lo que hace.
¿Para qué ser tan categóricos?
Por otra parte, quizá el terreno de consumo actual sea el más favorable para poder acceder a estas obras no tan buenas. La razón: los servicios de streaming y las plataformas de suscripción. El catálogo de Netflix está plagado de obras mediocres por las que no pagaríamos un precio unitario (porque el dinero es limitado y es comprensible el querer ir a lo seguro) pero que, dado que ya estamos suscritos a la plataforma por otros motivos, podemos ver en determinado momento. Igual ocurre con los juegos que ofrecen Xbox Game Pass o PlayStation Plus; muchos los dejaríamos pasar, pero quedan ahí disponibles para que podamos picotear de ellos y entender qué hacen mal y qué hacen bien. En muchas ocasiones, en estas obras teóricamente menores encontramos aciertos inestimables que no aparecen en las obras mayores.
Así que vamos a cerrar la columna con otra frase de Stephen King, respetando una circularidad imperfecta.
No hay nada de malo en esperar lo mejor,
siempre y cuando estés preparado para lo peor.»
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