Nos trasladamos a finales del siglo XIX para hablar de una de las historias más curiosas que conservamos en la Historia de la esgrima. Pero, antes, enmarquemos dicha disciplina en el tiempo.

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‘Combate entre mujeres’  (José de Ribera, 1636).

La esgrima, hasta que se establecieron decididamente las armas de fuego, era una disciplina útil. Servía para la batalla y la defensa civil, de manera que se desarrolló un corpus teórico-práctico de gran complejidad para el manejo efectivo de la espada, para herir sin ser herido. Más allá de eso, es innegable la asociación de cuestiones espiritualmente más trascendentes al arte de la esgrima como es el honor. Muchas disputas de honor, efectivamente, se habían resuelto por duelos desde siglos atrás a que aconteciese nuestra historia, aunque todavía entonces el esgrimir un arma tenía una utilidad más allá de ello.

Esto cambió progresivamente a partir del siglo XVIII, cuando las espadas roperas que dominaban hasta entonces se fueron sustituyendo por armas más ligeras, como es el espadín, el antecesor de la espada y el florete de esgrima deportiva. El espadín seguía siendo un arma con potencialidad letal, aunque su utilidad en batalla ya era nula y quedaba reservada como arma civil para la aristocracia. Posteriormente, en el siglo XIX, esta tipología de espada evolucionó a las anteriormente mencionadas espadas de sala sin filo ni punta, de manera que comienzan a forjarse los diferentes estilos de Esgrima Clásica de Duelo y de Salón, convirtiéndose en un juego de honor entre aristócratas. A partir de esta esgrima clásica se desarrolló la esgrima deportiva tal y como la conocemos hoy en día. Además, paralelamente a este desarrollo hacia la deportivización de la esgrima también pudimos ver una creciente preocupación por la estética aristocrática del duelo.

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Esgrimistas practicando, hacia 1900.

Presentemos, ya por fin, a las protagonistas de nuestro duelo emancipado: se enfrentaron la princesa Pauline von Metternich y la condesa Kielmannsegg, quienes contaron con la princesa Schwarzenberg y la condesa Kinsky, respectivamente, como madrinas o segundas (asistían a las combatientes y se hacían responsables de las mismas), además de con la asistencia médica de la baronesa Lubinska, licenciada en Medicina.

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Pintura de la Princesa Pauline von Metternich (Eugène Boudin, ca. 1865–67).

Pauline von Metternich (Viena, 1836-1921) era nieta del Príncipe Klemens Wenzel von Metternich, creador del Concierto de Europa, una alianza entre las grandes potencias de Europa tras las Guerras Napoleónicas en 1815 para mantener el status quo y evitar las revoluciones. El período en el que esta alianza estuvo vigente, hasta los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, recibía el nombre de Sistema Metternich.

Como aristócrata y dama de alcurnia, Pauline viajó por Europa y tuvo un papel muy influyente en su entorno. Se codeó con intelectuales y artistas de la época, siendo mecenas de compositores como Wagner o Smetana.

Por su parte, Anastasia Kielmannsegg era una condesa rusa originaria de Besarabia, aunque de ella es más difícil rastrear datos biográficos.

¿Qué asunto llevó a estas dos mujeres a dirimir su disputa con un duelo? Como bien es sabido, un simple arreglo floral. Pauline era presidenta honoraria de la Exposición Musical y Teatral de Viena, mientras que Anastasia era presidenta del Comité de Señoras de dicho evento. Desconocemos si había alguna cuestión de fondo más allá de la decoración floral, aunque sí parece que había cierta carrera para ampliar sus influencias en la aristocracia y despertar las simpatías del pueblo.

El duelo tuvo lugar en el seno de dicha preparación en 1892 en Vaduz (Liechtenstein). Pauline tenía cincuenta y seis años y, Anastasia, cuarenta y dos. Se pactó que fuese a primera sangre (cualquier herida dirimía el asalto), con espadas roperas (como determinaban las reglas francesas) y a tres lances. Uno de los datos más curiosos de este duelo es que se realizó a pecho descubierto, lo que sin embargo ocurría con cierta frecuencia desde finales del siglo XVIII en los duelos femeninos, y tenía un origen médico. En este caso fue la baronesa Lubinska la que recomendó que las mujeres se descubriesen su torso ya que, de producirse heridas en el mismo, era más probable que se infectasen si se llevaba la ropa puesta. Así, además de convertirse en una curiosidad, esta particularidad que ha llegado hasta nuestros días ayuda a construir una estética muy característica alrededor de estos duelos emancipados.

El duelo se resolvió de forma que, en el último lance, Paulina recibió un ligero corte en la nariz y la condesa otro en el brazo. Quién ganó el duelo es difícil de saber, porque Anastasia había herido primero a su oponente, pero la herida que provocó Paulina era más grave. En cualquier caso, las segundas decidieron que ya era suficiente, no sin antes haberse desmayado al ver la sangre de sus protegidas. Se finalizó el duelo y ninguna de las duelistas tuvo mayores secuelas.

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Una exhibición de esgrima femenina en el Oxford Town Hall, el 13 de enero de 1902

La denominación de duelo emancipado se debe a que todas las participantes del duelo eran mujeres. Este es un punto muy importante en la época en la que nos encontramos. Hablamos de finales del siglo XIX, cuando se empezaban a gestar las ideas del feminismo clásico, que se magnificarían en abundantes manifestaciones proletarias a comienzos del siglo siguiente y la constitución de un corpus teórico propio por autoras como Virginia Woolf o Simone de Beauvoir. Los duelos de mujeres siempre habían sido considerados como cuestiones menores, muchas veces al servicio del divertimento de los hombres, pero a partir de entonces la sucesión de estos duelos emancipados y la aparición de mujeres esgrimistas de importante calado dotó a esta práctica de cierto carácter empoderante, aunque estuviese reservado a un pequeño grupo de mujeres aristócratas.

***

La mayor parte de armas en la Historia han sido empuñadas por hombres, pero no hay ningún motivo más allá de los sesgos socioculturales. Encontramos varios ejemplos de mujeres guerreras y piratas a lo largo de la Historia, y desde que se incorporase la esgrima al divertimento de los aristócratas, conocemos decenas de grandes mujeres esgrimistas, estableciéndose esta práctica también como disciplina empoderante para las mujeres. Pero no hace falta irse tan lejos en la Historia para despejar esas dudas absurdas: hoy en día es fácil encontrar mujeres esgrimistas en cualquier sala de esgrima histórica con tantas o más capacidades que cualquier hombre. Quedan todavía, seguramente, ciertos prejucios, que dicen mucho más de quienes los tienen que de aquellas que practican el arte de la espada.


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