Iris Rodríguez Alcaide es correctora literaria, historiadora y colaboradora en varias revistas de videojuegos y de divulgación histórica. Tiene un blog, El Coloquio de los Perros, donde habla del papel cultural de los animales en la Edad Moderna (actualmente pide financiación a través de donativos para poder sustentarse).
Nos decidimos a hacerle esta entrevista por su interesante perfil, y podemos decir que ha merecido mucho la pena. Acompáñanos si quieres descubrir su trabajo a través de esta sarta de preguntas y respuestas.
Cuéntanos, en primer lugar, con qué te ganas el pan. ¿A qué te dedicas profesionalmente?
Desde hace un año me dedico a la corrección editorial como autónoma para diversas empresas. Anteriormente, como quien dice, he hecho un poco de todo: administrativa, catalogadora, investigadora predoctoral, guía turística, auxiliar de museos, etc.

Privitzer, c. 1621):
Te licenciaste en Historia y te especializaste en la Edad Moderna. Empezaste una tesis pero la acabaste dejando. ¿Por qué esa línea de trabajo y por qué tomaste la decisión de dejar el ámbito académico?
Desde pequeñita me fascinaban las humanidades y, sobre todo, el estudio de las gentes del pasado. Mis trabajos del colegio solían ser siempre sobre dioses de la mitología clásica o intrépidos aventureros. A decir verdad, tuve muchas dudas en Bachillerato antes de dar el paso (por aquello de las salidas laborales, obviamente), pero acabé haciendo la carrera de Historia con toda la vocación del mundo. No me arrepiento, pero el «después» ha sido muy duro, no te lo voy a negar.
En cuanto a mi elección por la Edad Moderna, solo puedo decir que es una época que me resulta apasionante, aparte de estética y filosóficamente atractiva. Es un periodo donde se expanden de forma radical los límites del mundo conocido hasta el momento, donde chocan gentes y culturas que hasta el momento no tenían contacto entre sí y, sobre todo, en el que confluyen continuidades de siglos con cambios de los que todavía hoy somos herederos. La mezcla de lo tradicional y brutal con lo extraño y revolucionario.
Con respecto a la decisión de no seguir estrictamente dentro del mundo académico, diría que hay varias razones. La primera es económica. Con el panorama actual, hay pocas ayudas o becas que te aseguren el sustento mientras haces la tesis; porque sí, la cantidad y cuantía de los contratos predoctorales son muy mejorables, pero no olvidemos que la mayor parte de las tesis que se leen en este país las hace gente a tiempo partido, con otro u otros trabajos detrás. En este sentido, desde hace unos años también tenemos un nuevo decreto-ley que exige un mayor número de cursos, ponencias, publicaciones y actividades obligatorias que antes no había. Y ya, si después de esta odisea consigues doctorarte, lo máximo a lo que puedes aspirar es a seguir rellenando post-docs o entrar de profesor asociado o ayudante por 300 euros al mes.
La segunda, y no menos importante, es que acabé muy muy quemada del ambiente en los departamentos, algo que no parece que vaya a cambiar en breve. Así que, con todo el dolor de mi corazón, decidí tomar distancia y probar otro camino. Todavía me pongo un poco triste al recordarlo, pero creo que fue la decisión correcta (o al menos, eso espero).
Dentro de los departamentos universitarios hay ciertas prácticas cuestionables, como dices. También las he podido ver en el ámbito de las ciencias naturales; probablemente sean un mal extendido. ¿Por qué no es un buen ambiente para desarrollar una investigación?
En efecto. En general, los departamentos universitarios suelen ser muy jerárquicos y, al final, cada uno cierra filas con su camarilla particular. Y la tan cacareada multidisciplinariedad, con la que tanto se machaca sobre el papel en los planes de estudio, asusta a la hora de la verdad. Para ser justa, he de decir también que los docentes están literalmente inundados de papeleo y eso les quita muchísimo tiempo de escribir, investigar y hasta tutorizar adecuadamente a sus alumnos.
Si tuviera que poner un ejemplo de institución «ideal», por su filosofía y organización, sería el Instituto Universitario Europeo (EUI), ubicado en la maravillosa villa florentina Schifanoia. Se trata de una institución pública especializada en las ramas de Humanidades y Ciencias Sociales, y ofrece un programa de doctorado muy atractivo con becas propias, las Salvador de Madariaga (a España le corresponden 12 plazas al año). Si alguien aspira a hacer una tesis de calidad con las condiciones materiales mínimamente cubiertas, la posibilidad de asistir a clases y seminarios entre departamentos de diferentes disciplinas y aprender en un entorno verdaderamente políglota, no puedo dejar de recomendarle que pruebe suerte con las solicitudes.

Es común el pensar que el mercado laboral para los historiadores no es especialmente grande. ¿Qué hay de cierto en ello? ¿Con qué problemas te has encontrado o te encuentras en este sentido?
Cuando sales de la carrera parece que solo tienes dos salidas laborales posibles: meterte en un doctorado para especializarte (previo pago de un máster insultantemente caro) y acabar trabajando en una universidad o centro de investigación; o sacarte unas oposiciones como profesor de Secundaria y dedicarte a la docencia. Al menos, esa es la perspectiva más común en España.
En otros países, como los del ámbito anglosajón, la historia se extiende a otros oficios como historiador público, asesor histórico, CM cultural, arqueólogo experimental, recreador, divulgador, guía turístico, educador de museos… Son perfiles que suelen tener más contacto con la sociedad: la gente los ve en la tele, los lee en la prensa, compra sus libros, etc. Como ejemplo conocidísimo por estos lares pondría a la fantástica clasicista Mary Beard, pero hasta ella ha seguido una carrera académica al completo antes de entrar de lleno en la divulgación.
Así que si quieres salir de esta dinámica, te verás obligada a experimentar y moverte mucho. Si estáis interesados en algo distinto, hay una guía estupenda de profesiones «alternativas» para historiadores en el libro de Faye Sayer: Public History. A practical guide (Bloomsbury, 2015). Siempre y cuando tengáis en cuenta que en España el trabajo cultural es, de por sí, tremendamente precario, también os digo que ahí fuera hay muchísimo trabajo potencial para licenciados en Historia o Historia del Arte en el que jugaríamos un papel valiosísimo. Con esto no pretendo desanimar a nadie, sino avisar de que cualquiera de las opciones son muy duras a su manera. Vosotros sois los que os conocéis mejor que nadie y sabréis qué os será más sencillo «aguantar» y qué no. Audaces fortuna iuvat.
A las y los historiadores rara vez se os tiene en cuenta a la hora de tratar temas de actualidad. Soléis quejaros de cierto «intrusismo laboral». ¿A qué situaciones os referís con ello?
Como he comentado, ganarse la vida como trabajador cultural no es imposible pero sí difícil. Pues bien, con las muchas dificultades que decíamos antes, llega una efeméride, una exposición importante o lo que sea, ¿y a quién llaman normalmente para hacerse cargo? Pues a personajes muy mediáticos como Christian Gálvez (supuesto «especialista» en Leonardo Da Vinci) o Nacho Ares (arqueólogo de formación pero cuyos enfoques tienden sospechosamente a lo esotérico y magufo). Y no nos engañemos, toda esta gente tiene altavoces y padrinos bien posicionados. Otro ejemplo: en ABC, uno de los pocos medios con una sección exclusivamente dedicada a la historia, tienes escribiendo únicamente a periodistas (y hombres, por cierto) mayormente sobre antiguas «glorias imperiales». En resumen: historia ideológica o espectáculo.
Ojo, no creo que este tipo de puestos deban estar reservados exclusivamente para historiadores (en esto de la exposición pública nosotros mismos nos hemos dormido muchísimo en los laureles), pero a la vista está que deberíamos tener una mayor presencia. En mi opinión, la historia no es aburrida ni necesita venderse retorciendo titulares clickbait hasta el absurdo: es lo suficientemente rica y atractiva por sí misma; tan solo le hace falta gente con rigor, sólidos conocimientos y mucha pasión en lo que investiga y comunica.

En muchas ocasiones hemos visto cómo, no sé si en un intento por hacerla más accesible o de convertirla en un elemento estético, se trata como Historia lo que verdaderamente es ficción de ambientación histórica, incluso dando varias capas de fantasía a la Historia para hacer el relato interesante. ¿Cómo conciliar la veracidad y precisión históricas con la accesibilidad para un público mayoritario?
La historia, de base, tiene un «problema» para ser pura y completamente científica y es que en gran medida es un relato (aunque lógicamente se sustente sobre hechos y evidencias). Por ello, es fácil tener esa confusión entre lo que es verdaderamente riguroso y lo que es una imagen tópica o «popular» del pasado.
En primer lugar, no se debe «engañar» con el producto en cuestión: tanto si hablamos de Vikings como Assassin’s Creed o las novelas de Santiago Posteguillo hay que dejar claro que se trata de ficciones con cierto contenido o ambientación histórica. Obviamente, es muy complicado hacer un producto cultural 100 % riguroso, si no imposible, y en muchos casos ni siquiera es el objetivo. Por eso, en segundo lugar, lo ideal sería que los profesionales de la historia pudiéramos participar más a menudo en su creación, bien como asesores a priori, bien como críticos a posteriori. Un formato que me gusta bastante de otros países es cuando, tras el visionado de una serie o película, salen especialistas comentando y aclarando para el público lo que han visto en pantalla. Así quizá podamos ir reduciendo poco a poco esa brecha entre lo que la sociedad cree que es la historia y lo que es realmente.
Desde mi punto de vista, creo que la clave está en saber establecer un vínculo entre el relato y el público al que va dirigido, sea este más o menos especializado. Además, ahora mismo tenemos a nuestro alcance un buen puñado de recursos audiovisuales e interactivos que podemos usar para llegar más y mejor. Aunque sea más fácil pensar así en los momentos de bajón, no caigamos en el tópico de que la historia o la cultura en general no interesan, porque no es cierto. La gente demanda cultura bien hecha y cada vez más, educación y mucho esfuerzo mediante, se muestra dispuesta a pagar ese plus de calidad por ella.
Porque esto, aunque lo parezca en la superficie, no es un erial: no te puedes creer la cantidad de gente que está haciendo cosas de lo más creativas al respecto, desde páginas web a canales de YouTube, revistas, pódcast temáticos, hilos virales en Twitter… No hacen más que ofrecer buen contenido apoyándose en los recursos actuales, y con el tiempo, poco a poco, muchos han conseguido sacar algún tipo de rédito económico u oportunidad profesional de ello. No te sabría decir exactamente cuál es el camino a seguir, pero sin duda anda por ahí.
¿Te parece que los programas docentes de las asignaturas de Historia en colegios e institutos es adecuado?
En general, no. Una de las razones por las que descarté dedicarme a la docencia en Secundaria (si bien es cierto que sigue siendo una de las opciones más seguras económicamente para alguien de viene de Historia) es que creo que los programas siguen encasillados en un tipo de relato entendido a la vieja usanza, demasiado centrado en lo político y muy reducido al ámbito nacional. Por otro lado, hay muchísimos profesores ahí fuera muy comprometidos, deseando introducir nuevas fórmulas, pero acomodar eso a las viejas estructuras, a un calendario escolar limitado, unas aulas masificadas y con unos recursos que ya de por sí son escasos… Solo con «ir al día», ya considero absolutamente admirable lo que hacen, en serio.
Hace tiempo que abriste un blog de historia cultural, El coloquio de los perros, donde hablas del papel cultural de los animales en la Edad Moderna. ¿Cómo surgió esa idea tan específica para el blog y qué temas quieres desarrollar en él?
Cuando lo abrí, hace casi dos años y medio, acababa de matricularme en un doctorado en Historia Moderna con la idea de continuar investigando a partir del tema de mi TFM. Este trabajo, que podéis consultar en libre acceso, exploraba la disciplina de los Animal Studies aplicada al ámbito de la Monarquía Hispánica. Se trata de una parcela donde confluyen varios modos de hacer historia, desde la cultural a la de la ciencia o las mentalidades. El interés partió de mi época de máster, donde la doctora Eva Botella-Ordinas, mi antigua profesora de la UAM, me propuso el estimulante reto de meterme en terra ignota.
Por entonces ya llevaba un par de años más escribiendo regularmente en el blog Licencia Histórica junto a otros compañeros, y la experiencia me había encantado. Así que pensé en administrar una nueva página más especializada como complemento a mi investigación, una manera de difundir conocimiento y también, por mi parte, de obligarme a «estar al día». Al final, con todos los cambios de los últimos años, el blog ha acabado siendo una especie de campo de pruebas, donde cabe un poco de todo lo que me apetecía desarrollar en algún momento dado. ¡Es lo único bueno de escribir por cuenta propia! Mi intención es dar cabida a todo tipo de temas históricos que hayan quedado más apartados o sean menos conocidos por el gran público. Puede que algunos vean esta elección como el enésimo «capricho posmoderno», pero en mi caso parte de una elección totalmente consciente, de una forma de luchar contra el oscurantismo que se nos viene encima. La historia debe ser un revulsivo.
Has escrito para revistas de videojuegos como Presura y ahora colaboras con GameReport. ¿Cómo enfocas tus colaboraciones?
Solo hasta hace muy poco he podido cobrar por alguna que otra, así que normalmente las enfoco a mi gusto y según mis conocimientos, pero siempre y cuando crea que tenga algo distinto que aportar. Los refritos de análisis no me gusta ni leerlos ni escribirlos, por mucho que tenga ganas de hablar sobre un tema en concreto. Así que el total de lo que he publicado puede parecer escaso, pero cuando vuelvo a repasarlo creo que conserva interés al margen de modas y nuevos lanzamientos.
Como correctora, ¿cuál es tu labor? Explícanos grosso modo en qué consiste ser corrector.
Bueno, en general aún se piensa que la figura del corrector solo sirve para poner tildes, quitar comas y que no se te escape una fea b en lugar de v. Pero en realidad, cubrimos muchas más tareas dentro del proceso de producción de un libro, revista o publicación (estilo, contenido y, hasta en ocasiones, localización), razón por la cual últimamente algunos prefieren definirse como «asesores lingüísticos». En este sentido, es importante que conozcas a fondo la materia a revisar, porque así tu trabajo adquirirá mucho más valor y te ayudará a diferenciarte de otros correctores. Todo lo que lleves en tu «mochila» particular te resultará útil.
En la vertiente de correctores de estilo, ayudamos a los autores a expresar su mensaje de la manera más eficiente y, como correctores de pruebas, trabajamos codo con codo con nuestros compañeros los maquetadores para que el texto en cuestión luzca impoluto. Sin embargo, es una figura de la que, por abaratar costes, actualmente se está empezando a prescindir, dando lugar a libros de calidad deficiente. En los últimos meses, por ejemplo, han saltado a la palestra casos muy distintivos, como el penúltimo volumen de la saga de Malaz (Polvo de Sueños) o Fuego y Sangre, donde no solo aparecen muchísimas erratas sino también problemas de traducción y cambios de nombres en el caso de algunos lugares y personajes.
Esta era una labor de la que antes se ocupaban los propios editores o sus ayudantes, los antiguos técnicos o asistentes editoriales. Pero ellos ya tienen bastante muchas veces con la parte más de búsqueda de manuscritos, marketing o gestión empresarial, así que suelen delegar en nosotros. Ahora bien, se trata de un trabajo mucho más precarizado que hace, pongamos, una década, cuando trabajábamos como asalariados o teníamos más facilidad a la hora de fijar nuestras propias tarifas. Si tenéis más interés al respecto, podéis echarle un vistazo a este artículo de Antonio Martín, uno de los fundadores de Cálamo y Cran, donde hace una radiografía del oficio en España que seguro os va a sorprender.
Así que ya sabéis, por muy bien que creáis que escribís, contar con un corrector es fundamental. Aunque a veces se nos suele ver como el enemigo «tiquismiquis», los autores más agradecidos que he tenido han sido gente que ya de por sí escribía realmente bien.

¿Cuáles han sido tus últimos trabajos como correctora?
A decir verdad, este mes hago justo un año desde que empecé a dedicarme a esto, pero desde entonces he tenido la suerte de trabajar ya en bastantes proyectos. Algunos de mis últimos trabajos han sido para la editorial Héroes de Papel, cuyos encargos disfruto muchísimo como apasionada de los videojuegos. No puedo revelar nada aún, pero este año los estudiosos del medio vais a tener mucho material de calidad por ahí.
Gracias por aceptar la entrevista, ha sido un placer contar contigo en Espada y Pluma.
Por mi parte, encantadísima de haber podido colaborar, Jorge, y muy agradecida por haber pensado en mí para contar por aquí mis movidas (risas). ¡Espero que mi experiencia le pueda resultar útil a alguien! Un abrazo muy fuerte para todos los lectores y lectoras de Espada y Pluma.
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