Jordan Peele es uno de los autores del cine de terror más interesantes de los últimos años. Ha supuesto un revulsivo importante y una visión propia dentro de un género donde se tiende a revivir viejas glorias o, por el contrario, ofrecer películas mainstream sacadas todas del mismo molde, el de historias de fantasmas contadas a través de la concatenación de jump scares precedidos de un violín in crescendo. En 2017 nos ofreció Déjame Salir (Get Out, en inglés) donde se hacía explícita una crítica a la sociedad racista de los Estados Unidos a través de una película que hacía del suspense y el paroxismo escénico su principal atractivo narrativo. Nosotros vuelve con las mismas premisas que Déjame Salir, tanto desde lo formal como desde el plano subtextual y narrativo.

En esta ocasión, Nosotros cuenta la historia de una familia que se va a su casa de veraneo y allí se ve asaltada por cuatro individuos idénticos a ellos, homogéneamente vestidos con monos rojos y visiblemente alterados mentalmente, que parecen buscar algún tipo de venganza. Es fácil establecer un paralelismo con los doppelgänger, palabra acuñada a finales del XVIII que significa “doble andante” y que llevan presentes muchos años en la mitología y el folclore. En la literatura los doppelgängers se han magnificado en alter ego malvados de los personajes como ocurre en el caso de Dr. Jekyll y Mr Hyde, la obra de Robert Louise Stevenson que narra cómo un doctor se transforma en una persona taimada, nocturna y químicamente mala bajo los efectos de una droga. Dostoievski escribía en El Doble precisamente sobre este desdoblamiento de personalidad del que nace un sujeto más oscuro y malvado.
La tradición del doppelgänger, por tanto, en términos subtextuales nos habla de cómo el ser humano (el mismo ser humano, en ocasiones) es capaz de ofrecer lo mejor y lo peor, de cómo en un mismo recipiente se encierra la maldad más maquiavélica y egoísta y la bondad más pura y brillante. Este doble andante, esta sombra que nos acompaña, no es sino el yo que no queremos ver, que hacemos a un lado y apartamos con tal de que nadie se percate de que está ahí.
Por otro lado, Andrzej Sapkowski en la saga del Brujo utiliza al doppelgänger como un monstruo que se ve obligado a convertirse en otras personas con el fin de sobrevivir en una sociedad racista que no dudaría en exterminar a todos los de su raza.

Nosotros toma ambos conceptos para construir su ideología en torno al doppelgänger. Por una parte, es patente esa primera visión tradicional de estos seres entendidos como un desdoblamiento malvado de un ser a priori bueno. Por otra, y es aquí donde está la verdadera resonancia de la película, los doppelgänger son seres apartados de la sociedad, que viven física y socialmente por debajo del resto, limitándose a ser imitaciones imperfectas y bajo el yugo de estos. Los doppelgänger son esos negros del Bronx a los que se les niega una sanidad, son los obreros que tras trabajar doce horas se limpian una perla de calor de la frente y ven a su jefe en su despacho a través de un prístino ventanal. Son aquellos a los que se les saca de primera plana, aquellos a los que se les niega el saludo y aquellos por los que desviamos la mirada cuando nos los cruzamos por la calle.
Nosotros en el plano formal prefiere ser sobria y firme, como ya lo fue Déjame Salir. Jordan Peele no utiliza encuadres o movimientos de cámara sorprendentes, sino que deja que los actores sean quienes lleven el peso de la narración. La mayor parte de las veces los vemos enfocados en planos medios, primeros planos o primerísimos primeros planos, es decir, aquellos que teóricamente más emoción directa logran transmitir en el cine. Y funciona, en gran medida, por la elevada calidad del reparto y su dirección, donde cabe destacar a Lupita Nyong’o, una de las actrices más en forma de la actualidad. Su capacidad para la expresión, para llevar al paroxismo los emociones cuando interpreta al doppelgänger de la protagonista o para la economía gestual en situaciones más solemnes es algo que hace ganar mucha fuerza narrativa a la película.
Jordan Peele no es un mago del estilo y en ocasiones se deja ver esa falta de precisión y buena caligrafía a la hora de colocar y mover la cámara, pero la fuerza que le falta por ese lado se compensa en buena medida con ese pulso constante que consiguen los actores. La película utiliza un ritmo bastante complejo que a veces juega en su contra; siendo una película de más de dos horas, en ocasiones se observa en ella un exceso de minutos que uno intuye que se podría haber arreglado en montaje para, además, ganar algo de la cinética de la que carece la película en algunos tramos.
Es curiosa la mezcla de géneros propuesta por Peele que ya se venía advirtiendo en Déjame Salir y que se termina de magnificar en esta cinta. A veces uno no sabe si está frente a una película de terror y suspense o frente a una comedia con tintes gore y buenas dosis de humor negro y socarronería. Es, de alguna forma, todo eso de manera parcial. La cinta se construye sobre la tensión narrativa de este conflicto entre las dos familias y no duda en aliviarla frecuentemente con gags de diversa naturaleza, acertando más el tiro en unas ocasiones que en otras.

Nosotros es una película de terror que pretende ser transversal, de ahí viene en parte esa mezcla de géneros que ya caracteriza al cine de Jordan Peele. La historia es sencilla, el misterio se acaba revelando inequívocamente al final de la cinta y no faltan los giros de guion para mantener la atención. Ese sacrificio que puede hacer a nivel formal y narrativo sí que permite que la cinta tenga una resonancia cuasi universal y hace que casi cualquier espectador se vea inserto en aquellos a los que señala la cinta. No obstante, la crítica que hace Nosotros no apunta nunca a una dirección clara y explícita, sino que es lo suficientemente críptica para que se deje lugar a la interpretación personal en lugar de intentar establecer marchamos sociales demasiado evidentes.
En el plano sonoro Nosotros rescata un truco del mejor cine de Carpenter: se establece una melodía característica, de voces estridentes y tintes inquietantes, que aparece al comienzo de la cinta y se repite en ciertos momentos a lo largo de su desarrollo, funcionando como hilo conductor y trasladando esa inquietud que sentimos ya al comienzo de la cinta a los momentos en los que aparece.
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Nosotros no es una obra formalmente demasiado transgresora y adolece de ciertos problemas de ritmo, pero consigue ser una obra de terror y suspense más que digna que sirve para terminar de establecer el estilo de Jordan Peele dentro del género y asentarlo a él como uno de los autores más interesantes del mismo.
Espada y Pluma te necesita


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