La primera etapa viviendo fuera de casa suele quedar para el recuerdo, sobre todo si no ha ido del todo bien. En mi caso, a los seis meses volví a mi lugar de procedencia, tras tener mis más y mis menos con la vida. Un muy buen amigo mío fue a recibirme a la estación de autobuses. Pasamos un buen rato por el camino hablando de cómo nos iba a cada uno, hacía tiempo que no nos veíamos. «Tienes que ver el nuevo DotA», decía. Warcraft 3 había sido uno de los juegos más influyentes en nuestra juventud, y por supuesto nos entendíamos al hablar de Defense of the Ancients. Fuimos directos a su, por aquel entonces, piso de estudiantes. Él y otro amigo pudieron enseñarme por fin ese juego que los tenía tan revolucionados. Era finales de 2009, League of Legends había nacido.
Supongo que todo el mundo tiene sus propias etapas vitales, y el mundo se construye en nuestros ojos de forma diferente según cual sea nuestra perspectiva. Aquellos meses fueran posiblemente la mayor época de transición que he vivido. Formé un grupo de música y logré dar un par de conciertos. Conocí a través de foros a personas con las que aún a día de hoy tengo contacto, e incluso algunas han llegado a ser de las más importantes de mi vida. Comencé esa costumbre de la que ya os he hablado en otro texto, de jugar a los survival horror con un amigo. Rechacé a una chica porque aún estaba enamorado de mi expareja, y posteriormente me declaré a una amiga de una amiga, con nulo éxito. No sé cómo voy a continuar el texto después de contar estas cosas.

Como os decía, pura etapa de transición vital donde eclosionan inquietudes, al mismo tiempo que se asientan las raíces del futuro a medio y largo plazo.
League of Legends pasó a ocupar una parte importante de mi tiempo, ya por aquel entonces. Jugaba mediante un módem USB, esas cosas que enchufadas al PC (portátil, en mi caso) te daban internet del mismo modo que en los smartphones de hoy día. Gastabas la cantidad que tenías contratada y a partir de ahí pasabas a jugar en modo difícil: con lag. No fui el único entre mis amistades con la misma situación técnica, y al menos acabó siendo motivo de bromas internas. Una forma de sobrellevar el asegurado fracaso jugando en esas condiciones.
En esa primeriza etapa fui a la ciudad de la zona a comprarme la edición física, que aún a día de hoy guardo. Un CD inservible, aunque la intención cuente, alguna skin exclusiva y un puñado de RP (Riot Points, lo que se compra con dinero real). Además, trae un manual de instrucciones que, cuando la humanidad lleve siglos de reconstrucción tras una catástrofe natural global, podrá servir como pieza arqueológica de incalculable valor. Os puedo decir con total sinceridad que gasté con gusto el dinero que costó ese trozo de plástico simbólico. Era un videojuego que comenzaba a formar parte de mi vida.
El siguiente año fui a vivir a la ciudad, donde estaban la mayoría de mis amigos. Infinidad de noches compartiendo salón, preparándonos para estar juntos en partida. Perdiendo más que ganando, pero más unidos que nunca. Creo que ningún hobby, de ningún tipo, nos había involucrado a todos de la misma forma. Era un videojuego, pero también una razón para compartir una etapa esencial de nuestra vida.

Del mismo modo en que de pequeño me hubiera gustado ser entrenador de fútbol, más que jugador, en aquella primeriza etapa competitiva del LoL soñé con dirigir un equipo. Aún ni siquiera existía el entramado competitivo de hoy día. Sé que jugué mi primera ranked con Cho’Gath, cuando ni siquiera tenía el nivel máximo que podías alcanzar. Era una posibilidad que pronto inhabilitaron, por suerte. No sólo recuerdo el personaje que llevaba, o mi nivel, sino la lección que recibí. Meses después estaba en el foro lolesp, tratando de expandir mis conocimientos. Alvar Araneae, todavía en sus inicios como profesional, llegó a jugar en partidas organizadas a través del foro. Mi memoria fotográfica tiene a un Kassadin llevado por él clavado en la mente, arrasando con nuestro equipo. Llegó a organizarse incluso un pequeño torneo por comunidades, en el que participé con algunos amigos y gente desconocida. No salimos bien parados, pero preparé casi una decena de estrategias que nadie quiso llevar a cabo.
Poco después, cuando League of Legends ya sobrepasaba el par de años y su escena competitiva empezaba a brillar, di un paso atrás y comencé a jugar menos. Siendo, eso sí, igual de partícipe. La primera final mundial está grabada en mis retinas con algún que otro pixel de más. La inclusión de Asia en la competición internacional coincidió con mi segunda etapa como jugador.
League of Legends comenzó a ser una forma de conocer gente, así como de recuperar el contacto con quien lo había perdido. Del mismo modo en que había compartido de cuerpo presente incontables noches con mis amigos y el LoL, a través de internet pude vivir infinidad de noches para el recuerdo junto a personas que vivían lejos de mí. Una forma de relacionarse generacional que ha llegado para quedarse y evolucionar.
Sé que lo que he llamado etapa de transición en realidad me ha marcado para siempre, porque desde entonces sigo buscando mi rumbo. Ni entrenador de League of Legends, ni mucho menos jugador de alto nivel. Entre tantos sueños rotos, ser profesional de un deporte electrónico es algo para lo que ya me sentí viejo hace años, pero es inevitable tener arrebatos de ilusión viendo en lo que se ha convertido el medio.
Hace quince años estaba en mitad de una LAN, con ordenadores conectados a través de un switch (que no es la consola de Nintendo), para poder echar unas partidas al Counter Strike y al Warcraft 3. Ahora varias decenas de millones de personas ven al mismo tiempo la final del mundial de League of Legends. El tiempo pasa a velocidad de crucero.

A todas esas personas con quienes he jugado, quiero decirles que han sido más importantes de lo que puedan creer. Cada cual podrá imaginar hasta qué punto. El juego pasa a un segundo plano, lo que realmente me importa es lo compartido, el tiempo que elegimos gastar en compañía. Lo que hoy es una década, que mañana sea toda una vida.
Espada y Pluma te necesita


SOBRE EL AUTOR
