La piscina
Título original:
Daibingu pûru
Autor:
Yoko Ogawa
Editorial:
Funambulista
Número de páginas:
101
Año de publicación:
2012

Sinopsis:
Aya vive en un orfanato, el Hogar Hikari, dirigido por sus padres. No es huérfana, pero no sabe si debería sentirse como tal. A diario observa cómo Jun, un chico del orfanato, realiza sus prácticas de salto de trampolín. Su vida gira en torno a las peculiaridades del hogar donde reside, y a su obsesión por Jun.
Reseña:
Leer a Yoko Ogawa es recordar que no somos seres meramente lógicos, sino productos emocionales de las circunstancias y actos que nos rodean.
Hay patrones de escritura muy claros en toda la obra de Ogawa -como en la mayoría de personas que se dedican a esto de plasmarse en letras-, pero eso no impide que cada historia tenga carácter propio.
En La piscina se nos introduce de lleno en la vida de Aya, para enseguida sentir que conocemos lo suficiente del personaje. Sin presentación alguna, a partir de ese esquema simple y común, las directrices y las reglas dejan de servir. Hay suspense en sus códigos, mientras dibuja un erotismo pueril y trivial, que sacude los sentimientos más cotidianos. Se sostiene en la misma delicadeza para hablar de sensualidad, tristeza o furia; fluye con humanidad aunque no esté ocurriendo nada.
No es una historia que pierda el tiempo en florituras, y aún así una lectura superficial puede pensar que hay una vida fútil latiendo en algunos párrafos.
A menudo nos preocupa demasiado el sentido de las cosas, como si lo importante no fuera el ser en sí. Ogawa se mueve como pez en el agua en este terreno, regalando muestras de condición humana en su estado más visceral.
Aya es una chica escrita bajo el prisma del personaje descriptivo y pasivo. Las cosas le suceden, y cuando actúa surgen todo tipo de consecuencias. Sin embargo, cualquier efecto dominó se desvanece poco a poco, sólo es cuestión de tiempo. Al final lo único que queda es la mirada observando cómo las piezas se mueven, se movieron, y dejaron de moverse.
No es lo mismo enfrentarte a la soledad que resguardarse en uno mismo. Ninguna persona actúa igual en dos situaciones diferentes, y los ojos que nos miran siempre importan. Esta novela sirve como una cristalina radiografía de las escabrosas debilidades que sentimos en nuestros peores momentos. Habla de lo cruel que somos con nuestros fracasos, pero se sumerge en nuestras fantasías, que nos permiten vivir a pesar de todo. No es cuestión de mostrar un atisbo de esperanza o un pesimismo desolador, sino de permanecer humanos.
Los saltadores se van tirando uno tras otro, y pasan frente a la cámara submarina con su hermosa forma aerodinámica. Me gustaría contemplar su figura dentro del agua durante más tiempo, pero sus caras asoman tranquilas en la superficie al cabo de dos o tres segundos. Estos cuerpos me recuerdan que todos los seres humanos vivimos dentro del líquido amniótico antes de nacer».
Espada y Pluma te necesita


SOBRE EL AUTOR
