Para mí leer siempre ha sido como respirar o comer: una necesidad biológica. Respirar es algo que puedo hacer de forma inconsciente, de manera que, en realidad, la metáfora de la comida es mucho más acertada. Además, tiendo a comparar todo lo que leo con cosas que puedo comer, lo cual me facilita mucho el trabajo a la hora de elaborar este texto.
Hay muchas formas de comer. Se puede comer para sobrevivir, se puede estar a dieta, podemos darnos un festín o tomarnos algo a las tres de la mañana que haga de tapón a toda la bebida que llevamos dentro para no pasar una noche torera. O eso me han contado. Hay obras que son el festín completo, otras que son un bocadillo a media tarde, otras que son un té con pastas (no sabemos si cuenta como comida, pero lo disfrutaremos igual y nos sentiremos elegantes en el proceso), y hay obras que son patatas fritas de un restaurante de comida rápida. Y todo eso está muy bien, necesitamos variedad, no solo para satisfacer nuestro apetito como más nos apetezca, también porque en la variedad están el gusto y la diversión. Y porque tras comerte una sopa sosa y un pescado hervido, aprecias muchísimo más una tarta de queso con frutos rojos. A veces necesitamos una sopa de sobre y a veces necesitamos una hamburguesa rebosante de calorías. Lo importante es saber lo que necesitas o, al menos, lo que quieres.
A nivel particular, mi final del año pasado (ese año del que usted me habla) me pedía patatas fritas. Muchísimas. Todas. Así que le di patatas fritas de las peores, me leí una saga de vampiros adolescentes cuya trama absurda no justificaba doce libros, pero que me sentó como un bálsamo sagrado tras un año como ese. Y luego, claro, ya que estaba con las patatas fritas vampíricas, me puse gourmet y me leí Crepúsculo, que siguen siendo patatas fritas, pero al menos no son congeladas.
Y claro, hasta aquí he hablado de la necesidad y la voluntad. Si sabes lo que quieres, suele ser mucho más fácil satisfacer el apetito. ¿Quieres algo dulce, que sea una gozada y te mantenga en tensión porque no sabes si morderlo o seguir dándole vueltas un ratito más? Cómete un sugus en forma de novela romántica. Fácil, sencillo, para toda la familia, como levantarse del sofá y abrir el armario de la despensa sabiendo exactamente qué quieres comer… Siempre que te den lo prometido.
Te estoy mirando a los ojos a ti, Borges, que me has estafado con el Orlando de Virginia Woolf. Yo quería unas galletas de jengibre, un sabor que no me deje indiferente (porque me pique o porque me haga meterme otras dos galletas en la boca en cuanto acabe con la que estoy masticando) y me has puesto galletas de mantequilla. Y encima ni siquiera de las que me gustan, las has hecho sosísimas.
Así que por favor, cuando haya que traducir obras, exijamos traductoras y traductores y no gente que escribe, que luego nos pasan estas cosas.
Espada y Pluma te necesita


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