Cena de verano

Ahora mismo, mientras escribo esto, el tiempo se está volviendo loco y no sabe si tiene que hacer frío o calor. Eso no importa, claro. Al fin y al cabo, dicen que con los libros puedes viajar a otros lugares y momentos y nosequé. Yo decidí que estaba harta de los sabañones y de tener que sentarme sobre mis propios pies para poder mover los dedos, así que empecé a leer Tinto de verano, para sentirme con ganas de meterme en una piscina. Yo, que soy hidrofóbica sin tener la rabia.

Tinto de verano es un compendio de columnas que escribió Elvira Lindo para El País en el verano del 2000. Y tengo que admitir que a mí Elvira Lindo siempre me ha gustado un montón. Releo Manolito Gafotas cada poco tiempo, como ya sabéis, por no decir que consiguió tenerme sentada en una biblioteca durante una hora, haciendo que se me pasase el mal cuerpo que me genera estar en un sitio en el que siempre creo que puedo molestar a alguien solo por respirar.

Yo no bebo, así que no sé decir si esto es un tinto de verano. Para mí es una sobremesa tras la cena, un ratito de charleta en un patio, con la mesa por recoger, mientras te comes un helado. Cuando ya se han acabado las charlas densas de política y de cómo arreglar el mundo y se entra en las anecdotillas divertidas, o cuando simplemente la charla es eso: charla. Socializar, pero muy tranquilamente, escuchando a una amiga explicar su verano, haciendo un poco de drama mientras se come un helado que le está pringando toda la mano.

En un par de noches, mientras me tomaba una infusión caliente para recuperar la movilidad en los dedos de los pies y me arrebujaba como podía en la manta sin molestar a mi gata, que estaba dormida encima y rebufa a la mínima, he podido estar en verano otra vez, socializando. No está nada mal para ser principio de año.

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