*No contiene spoilers de Klondike (Maryna Er Gorbach – 2022).
Si en el siguiente instante de tu vida, a la velocidad de un chasquido, los misiles de una guerra llegaran a impactar en la puerta de tu casa, no sabrías qué hacer. Ese es el punto de partida al que muchas familias tuvieron que enfrentarse en 2014 en el este de Ucrania. Un día como otro cualquiera, de golpe se transforma en una inmovilización completa, psicológica y física. En Klondike, el primer film dirigido y escrito en solitario por Maryna Er Gorbach, una familia ucraniana que vive en una zona rural, prácticamente una granja alejada de la sociedad, se enfrenta a la destrucción arbitraria que trae consigo el sueño ruso.
Irka, interpretada de forma desgarradora por Oksana Cherkashyna, es una madre embarazada a la que le faltan dos meses para dar a luz. Cuando la violencia llega a su casa, se niega a huir. Puede parecer muy sencilla la idea de evacuar y alejarse de la guerra, pero lo cierto es que sólo se ve así desde lejos. En primer lugar, Irka ama su hogar, sus animales, su trabajo diario, una vida simple y pacífica, en la que sueña con cosas tan simples como una gran ventana en el salón; pero son sueños, un signo de que conserva la humilde esperanza de que todo irá bien. Además, la negativa a dejar el hogar por el que has trabajado buena parte de tu vida, viene apoyada por una cuestión lógica que ni siquiera el sonido de las bombas puede acallar: ¿Qué he hecho yo?

Cuando sabes a ciencia cierta que no has hecho nada para merecer lo que te está ocurriendo, cuando sabes que no hay justificación para la violencia que ha llegado a tu puerta y trata de hacerte perder tu hogar, te aferras a una justicia lógica. Nadie tiene derecho a llegar a tu tierra y tomarla por la fuerza. No estás dispuesta a borrar lo que has construido con el esfuerzo de toda una vida, simplemente porque haya quien ha perdido todo sentido de la realidad.
Y es que no se trata de una película que abogue por una cómoda neutralidad, ya que no hay neutralidad posible. Es una guerra donde hay un claro iniciador, y esta historia en forma de cine es parte del discurso de la directora para denunciar públicamente el imperialismo ruso y la enfermedad mundial que es la agresión militar. El problema del cine “antibélico”, en el sentido que suele conocerse, es que su mensaje puede quedar reducido a satisfacer el onanismo empático del público que siempre ha permanecido lejano al conflicto. El cine que se limita a decir que la guerra está mal, es para que nos sintamos mejor con nosotros mismos. Este antibelicismo provoca un supuesto pacifismo que, como decía Orwell, es objetivamente profascista. Una vez que alguien ha decidido iniciar una guerra, la paz ya se ha perdido, la única forma de recuperarla es luchar por ella. Cuando se clama el manido “no a la guerra” se ha de hacer hacia el agresor, no hacia quien se defiende. Klondike es un largometraje que se esfuerza en hacer entender un principio básico para afrontar todo conflicto: identificar a quien trae la guerra consigo. En este caso que nos ocupa, es Rusia aprovechando una minoría separatista a la que dicho país ha lavado el cerebro hasta el punto de poder usarlos para introducirse en Ucrania, e iniciar una guerra sin necesidad de declararla oficialmente. Comenzó en Crimea, donde no se pudo llegar a enfrentar a tiempo, y siguió en Donbass. Una de las intenciones de Maryna Er Gorbach es recordar al público que la invasión de Rusia no comenzó en 2022, sino en 2014.

El marido de Irka, Tolik, interpretado por Sergey Shadrin, incapaz de convencer a su mujer para huir, opta por apoyar a la fuerza militar que controla su región, los separatistas que, como él, en realidad son sólo carne de cañón. Cuando una ola de violencia semejante llega a su casa, Tolik no tiene capacidad de decisión, el caos se impone. Ve en la sumisión su única opción para mantenerse con vida el tiempo suficiente, hasta poder encontrar alguna solución. Tolik es el ejemplo de la frustración fruto de sentirse incapaz de responder ante una fuerza superior a ti. Su debilidad involuntaria contrastará con la del hermano de Irka, Yaryk, quien ha viajado desde Kyiv para defender su país y ayudar a su hermana.
A pesar de que Klondike centra su historia en estos tres personajes, con apariciones breves de otros secundarios, no podría ser reducida a una obra de teatro. Además de la casa, el resto del escenario supone un cuarto personaje protagonista. Un escenario que es la tierra donde antes la paz se extendía hasta el amplio horizonte. La historia se forma a través de largos planos abiertos, desprovistos de voz humana, donde la composición cuenta todo, y contrastan con la sensación de encarcelamiento y reclusión que la guerra induce en las víctimas. La muerte puede llegar a tu casa de la forma más violenta en cualquier momento, sea como un misil o como un hombre armado, sea rápida o cruel; sin embargo, tú no tienes a dónde ir ni la capacidad de elegir tu destino.

Un acontecimiento que conviene tener en mente de antemano antes de introducirse en la historia de Maryna Er Gorbach, es lo que sucedió al vuelo MH17 de Malaysia Airlines. El 17 de julio de 2014, 283 pasajeros y los 15 miembros de la tripulación, se dirigían hacia Kuala Lumpur, en un viaje que inició su trayecto en Amsterdam. Cuando sobrevolaba la región de Donetsk, más concretamente sobre Shajtarsk, un misil BUK antiaéreo lo derribó. No hubo supervivientes, y el mundo prefirió, a efectos prácticos, mirar hacia otro lado. Las dudas sobre quién lo derribó fueron disipadas hace tiempo, el misil provenía de las fuerzas rusas, un simple “error” sin ningún tipo de consecuencias. La película hace hincapié sobre este desastre porque ejemplifica cómo, durante ocho años, Rusia ha podido destruir la vida de millones de personas en Ucrania, sin importar quiénes eran, sin que hayan tenido que rendir cuentas por ello. A día de hoy el asesinato de aquellas 298 personas, propio de un acto terrorista que debería haber tenido repercusiones globales, se denomina como un mero accidente. En Klondike veremos esta incredulidad reflejada en unos personajes que no logran explicarse lo que sucede, pero sus rostros hablan un lenguaje que no necesita subtítulos o doblaje de ningún tipo.
En la edición del festival Sundance de 2022, Maryna Er Gorbach obtuvo el premio a la mejor dirección de la World Cinema Dramatic Competition, algo que puso a Klondike sobre el mapa. Aunque Donbass (2018, Serguéi Loznitsa) ya se atrevió a introducirse en el conflicto, esta nueva obra de la directora ucraniana supone un salto cualitativo en cuanto a la forma de narrar el inicio de la invasión rusa. La cultura es la forma que tiene la sociedad de expresarse intelectualmente, y en Ucrania llevan toda su historia tratando de contar al mundo lo que ocurre en sus vidas y sus tierras, pero la cultura sólo cobra vida cuando llega a ser observada y entendida. Si el público decide evadir la narración de un pueblo, aceptando otra que la fagocita, la historia y la cultura pasan a ser ficción escrita con la sangre de los olvidados. Maryna Er Gorbach nos trae la historia de horror que vivieron y aún siguen viviendo millones de personas en un lugar concreto, desde hace muy pocos años, y a las que apenas se les dedica una mirada evasiva.

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