PARTE I

“As a man… I’m flesh and blood, I can be ignored, I can be destroyed, but as a symbol… As a symbol, I can be incorruptible. I can be everlasting”.

Bruce Wayne – Batman Begins (Christopher Nolan – 2005)

Si se va a hablar de la figura del superhéroe, parece lógico en primer lugar plantearse: ¿Qué es un superhéroe? Y en consecuencia, el intento de responder esta cuestión debe de conducir irremediablemente a una pregunta anterior: ¿Qué es un héroe? La respuesta a esta y el descifrar las diferencias entre el héroe y el superhéroe permitirá hallar solución —o al menos intentarlo— al primer interrogante que preguntaba: ¿Qué es un superhéroe?.

Al pensar en la figura del héroe es posible caer en el error de asociar esta con un tipo de personaje con unos rasgos e incluso estética —clásica— que obvia que, tras siglos y siglos de producción literaria, musical, audiovisual, etc… la propia figura del héroe ha evolucionado tanto como las narrativas, los medios en los que aparecía y el público al que se dirigía. El héroe, dependiendo de la interpretación que se haga de él, puede ser E.T. o Aquiles, pues es un concepto que abarca desde el héroe mitológico hasta el héroe del cine de acción de los ochenta/noventa, pasando por el héroe dentro de la literatura hasta el concepto general de aquello que se entiende como un héroe —al margen de la ficción—.  

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Esta multiplicidad de perspectivas provoca que no se pueda generalizar de forma taxativa sobre cuáles son las características que construyen al héroe. Se volvería necesario entonces tratar de desglosar en qué consisten cada una de estas representaciones y a partir de dicho análisis intentar deducir unos rasgos comunes que sirvan para el posterior estudio sobre qué es un héroe y su extrapolación al campo de los superhéroes. Cuestión —la del héroe— que, al no ser objeto central de este texto se plasmará únicamente de forma superficial para ayudar a establecer un marco de referencia desde el que partir y comparar.

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Inmersos en pleno año 2021 y en medio de una pandemia mundial, el público ha observado y contribuido hasta hace escasos meses a calificar como héroes a todos aquellos trabajadores que han estado y están en primera línea contra la Covid; el héroe por tanto es —para el inconsciente colectivo y en el campo de la realidad— alguien que salva del peligro a otro alguien y/o es ejemplo de justicia y bondad. Esto permite hacer una primera diferenciación con uno de los tipos de héroe: el héroe literario —o cinematográfico— se convierte simplemente en el protagonista de una historia, no necesariamente provisto de las cualidades entendidas como heroicas, pasando del héroe del mito a los héroes de gestas medievales y posteriormente al modelo de héroe idealizado de las novelas románticas hasta llegar a ese estatus de hombre corriente —protagonista— del realismo que evolucionaría hasta la actualidad. 

Esas cualidades definían al héroe mitológico dentro de un ideal de valentía y honestidad cuyos valores anteponen a los demás por encima de sí mismo. Es un salvador que supera todos los obstáculos que se le presentan y vuelve del exilio para restablecer el orden perdido. Károly Kerényi añade además entre las características del héroe clásico la muerte. Sufrir una muerte heroica es lo que lo convierte en una figura de culto que no es ni hombre ni dios, sino su propia categoría intermedia —Jesucristo, Aquiles, El Cid, etc…—. Destaca también el poseer una morfología extraordinaria, ya sea por algún rasgo físico destacable o alguna cualidad fuera de lo común.

Muchos de estos rasgos del héroe mitológico se perderían en los nuevos modelos de la actualidad. Carmen Díaz Soloaga, al hablar sobre el arquetipo de héroe, dice de él que “se encuentre en el ambiente que se encuentre, el Héroe siente necesidad de dejar su huella en el mundo, a menudo a costa de un gran sacrificio” y que su lenguaje es “idealista, noble, siempre evocador, con una forma de expresarse basada en el reto y la conquista” 1. Un rápido vistazo a la evolución real del héroe en la ficción encuentra pronto la contradicción entre la realidad actual y esta descripción. La aparición de nuevos medios e historias trajo consigo precisamente que el héroe se volviese imperfecto, en muchas ocasiones convertido en héroe simplemente al ser empujado por las circunstancias y no como algo buscado por voluntad propia —como Korben Dallas en El Quinto Elemento (Luc Besson – 1997) o Aquaman (James Wan – 2018)—, por lo que el héroe se torna más humano y vulnerable dejando de ser un espejo idealizado en el que mirarse, como dice Wonder Woman en Future State: Wonder Woman: “No son héroes porque sean perfectos. Son héroes porque tienen que sobreponerse a sus imperfecciones” 2.

Esta evolución de los arquetipos y estructuras narrativas se vio también influido —lógicamente— por su contexto social. Los cambios de valores en la sociedad propiciaban la aparición de nuevos héroes con distintos rasgos y personalidades que a su vez retroalimentaban a la sociedad con la transmisión de estos nuevos valores. Se pueden encontrar ejemplos evidentes de estos cambios: Desde los héroes machistas —George Washington McLintock (John Wayne) en McLintock (Andrew V. McLaglen – 1963)— e hipermusculados —Conan, el bárbaro (John Milius – 1982)—, a representaciones actualizadas y modernas —Jason Bourne (Matt Damon)— o heroínas —Imperator Furiosa (Charlize Theron) en Mad Max: Fury Road (George Miller – 2015)—. En este punto resulta interesante la figura de James Bond como personaje anacrónico cuyos valores siguen anclados a los tiempos en los que se creó el personaje mientras que el mundo que lo rodea cambia.   

Esta misma evolución la experimentaría el superhéroe, que a su vez surgió a raíz del héroe. Si en estos cambios durante toda su historia se pierden factores como el sacrificio, la imagen idealizada más allá de lo humano, el exilio o la morfología fuera de lo común —Lábdaco es cojo, Hércules posee fuerza sobrehumana, Aquiles es llamado “el de los pies ligeros”, etc…— pareciera entonces que el principal rasgo definitorio de la figura del héroe a través del tiempo es su capacidad para superar obstáculos que a priori lucían imposibles para el resto. Trazar una línea clara que diferencie héroe y superhéroe es, aunque en apariencia sencillo, una tarea complicada. Ambas figuras comparten esa capacidad para superar obstáculos pero ¿De dónde sale el super? ¿Qué es lo que hace que el superhéroe trascienda el término héroe y necesite del prefijo «super-» para ser explicado?

Aunque en 1911 las novelas de Jean de la Hire presentan a Nyctalope, un héroe con corazón artificial y que ve en la oscuridad, es a finales de los años 30, mientras que la figura del héroe seguía su evolución, que se produce una escisión que crea de forma paralela lo que conocemos por superhéroes y que serían encarnados entonces por el considerado el primer superhéroe de la historia: Superman.

El superhéroe recupera en un primer momento algunos rasgos esenciales del héroe clásico: Superan obstáculos imposibles y se convierten en símbolos de una imagen idealizada. Características como el portar armas especiales y el poseer habilidades y morfologías extraordinarias que los distinguían de los humanos normales se transforman, en la figura del superhéroe, en superpoderes, armas especiales y disfraces que los distinguen tanto de la gente corriente como del resto de superhéroes. El exilio que experimentaban los héroes clásicos se vuelve en el superhéroe, en un primer momento, en origen traumático —Superman pierde su mundo, Batman a sus padres, Spiderman a su tío…—. Durante un periodo de tiempo comparten la idea establecida por Aristóteles para los héroes en la que los señala como, tanto física como moralmente, superiores a los hombres. Pero es en este último punto donde los superhéroes empezarían a notar su evolución más acusada —igual que ocurrió pero durante un mayor espacio de tiempo con los héroes— en la que comienzan a humanizarse.   

Pero si tanto los héroes como los superhéroes se humanizan entonces sus diferencias se difuminan. El arquetipo del viaje del héroe empieza a perderse, especialmente en el caso de los superhéroes, debido a su modelo de difusión: el cómic funciona a base de tiradas periódicas, por lo que este esquema narrativo no se reproduce en cada número como si podía reproducirse en historias más extensas y cerradas propias de la literatura o el cine, no puede existir de manera constante una “llamada del héroe” típica que haga que el protagonista parta a la aventura para convertirse en héroe porque en los cómics los superhéroes ya parten habitualmente de esta condición —normalmente sus orígenes son contados varios capítulos más tarde—. La respuesta fácil pudiera ser que se diferencian en que poseen superpoderes, pero entonces hay que preguntarse si personajes como Batman o Iron Man son superhéroes o no —por no tener superpoderes propiamente dichos—, y si se los sigue considerando como tales por realizar hazañas extraordinarias entonces deberían considerarse igual la mayoría de héroes que igualmente logran estas hazañas (como salvar el mundo, derrotar ellos solos al villano y todos sus esbirros, etc…).

Se podría decir, de manera superficial, que las diferencias entre el héroe y el superhéroe entonces —si no son los superpoderes, si ambas figuras se han humanizado y ambas superan obstáculos imposibles— son únicamente estéticas, casi un razonamiento circular que conduciría a que la diferencia entre héroes y superhéroes es que los superhéroes son superhéroes y lo parecen. En principio un absurdo que no aclara nada. Pero si se considera esta vertiente estética con algo más de profundidad encontramos que puede ser una diferencia más notable: el superhéroe realiza tareas que parecen imposibles igual que el héroe e, igual que este, se fue humanizando con el paso del tiempo, pero sigue conservando el ser ese ideal de valores que eran los héroes clásicos —aunque los valores que representan lógicamente evolucionen con los años—, es por tanto un símbolo y parte del poder de ese símbolo se encuentra en su estética que identifica tanto al humano —o ser— dentro del traje y su álter ego como a los ideales que defiende.   

Los superhéroes son símbolos. En primera instancia símbolos del bien contra el mal. El superhéroe, por definición, es bueno, aunque a veces pueda errar en sus actos—sobre todo con la evolución del cómic que exploró aspectos más humanos de estos permitiéndoles cometer errores que los alejaban de la visión inmaculada del héroe de sus inicios—. Pero más allá de esa lectura básica del superhéroe como fuerza opuesta al mal, se han constituido a lo largo de los años en representaciones de valores determinados que en muchos casos han ido mutando, siendo un mismo héroe un ideal ficticio de un rasgo u otro dependiendo de la interpretación del autor y el contexto en el que nace la obra.

Superman nacería como un icono del judaísmo según Jerry Siegel, que alguna vez declararía que concibió al hombre de acero como respuesta al holocausto en la Europa nazi (tanto él como Joe Shuster, sus creadores, eran judíos) —Kal-El, nombre del kriptoniano en su planeta natal, vendría a ser una sutil derivación hacia “Kal” que provendría de “kol”, palabra hebrea que significa “voz”, y el sufijo “El”, utilizado en muchos nombres bíblicos como una palabra para Dios, siendo “Kal-El” en hebreo “La voz de Dios”— aunque en sus apariciones más habituales abrazaría posteriormente el cristianismo como reflejo de una serie de valores relacionados con aquello conocido como el estilo de vida americano que surgió tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

Del mismo modo apareció el Capitán América como exaltación de la libertad democrática en un contexto de oposición contra la dictadura de Hitler. Charles Xavier, líder de los X-Men, se dibujaría a los ojos de muchos como una encarnación comiquera de Martin Luther King, luchando a través del diálogo por la igualdad de derechos de una raza oprimida. Spiderman se convirtió en símbolo de la responsabilidad con la famosa frase “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” que le diría su tío Ben antes de morir. Wonder Woman con su lazo se erigió como el avatar de la Verdad. Y los Green Lanterns conseguían levantar construcciones impresionantes y esgrimir todo su poder gracias a la Fuerza de la Voluntad. De estas significaciones no se librarían siquiera los villanos salidos del papel: los Sinestro Corps utilizaban el Miedo para imitar el poder de los Green Lantern, igual que El Espantapájaros por ejemplo utilizaba el miedo como eje vertebrador de sus estudios, habilidades y obsesiones, el Joker es considerado por muchos como la imagen del caos y la locura y Batman encuentra entre su galería de villanos a individuos como Anarky o Dos Caras.

Es necesario tener en cuenta que estos significantes no son entes absolutos, sino que dependen en gran medida de multitud de factores como por ejemplo el autor de la obra —distintos autores interpretan y remarcan de distinta forma los valores de un mismo personaje— y de sus lectores —distintos lectores pueden obtener distintas lecturas de una misma obra, destacando según la visión de cada uno un elemento por encima de otro, por lo que podrían considerar a un superhéroe símbolo de distintos conceptos en una misma obra dependiendo de la interpretación personal de cada uno—. 

Los Green Lanterns obtienen su poder de anillos que eligen como dueños a individuos con gran fuerza de voluntad para sobreponerse al miedo y usan esta misma fuerza para crear constructos de luz sólida. Podrían considerarse entonces el símbolo de la fuerza de voluntad, sin embargo esta lectura como símbolo de la voluntad bien podría aplicarse a Batman en tanto que es visto como un igual frente al resto de la Liga de la Justicia pese a ser un simple humano rodeado de dioses, extraterrestres y demás personajes con superpoderes. Estas reinterpretaciones sobre lo que representa cada superhéroe son comunes: en Batman resalta en multitud de ocasiones su papel como mejor detective del mundo, estratega, o como un avatar de justicia y/o venganza, dependiendo del autor; a Wonder Woman en múltiples obras se la ha asociado con la Bondad por encima de la Verdad, y así ocurre con infinidad de personajes que simbolizan más de un concepto a lo largo de su historia… Pero suele existir uno de estos conceptos (aunque puedan ser más) que a base de iteraciones pasa a ser el más representativo de cada superhéroe: en el caso de Superman, este se ha convertido con el paso del tiempo en un símbolo de Esperanza.

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Referencias

1 Carmen Díaz Soloaga. «El arquetipo del héroe». socialmediapymes.com. 19 Sep, 2017.
2 Future State: Wonder Woman #2 (Joëlle Jones – 2021)


Bibliografía

Umberto Eco. «Apocalípticos e integrados». Tusquets Editores. 1995.
Rebecca Solnit. «Esperanza en la oscuridad: La historia jamás contada del poder de la gente». Capitán Swing. 2017.
Raquel Quílez. «De defensores del Establishment a héroes de la ambigüedad». elmundo.es. 2013.
Diego Cuevas. «El dilema de Superman». Jotdown.es. 2019.

Camila Di Pietro. «El héroe y sus cambios a través del tiempo. Ciencia ficción de Hollywood de los `80 en comparación con la actualidad». Universidad de Palermo. 2012.
Lorena Fioreti. «El contra-héroe bartheano en el archivo rulfiano: Una lectura de la memoria y el olvido». Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2011.
Ana María Quiceno Vélez. «De Barthes al Chapulín Colorado. Una lectura de los héroes y antihéroes como configuraciones míticas». Facultad de Comunicación Social y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana. 2010.


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