AUTORE: CLAU DOMÍNGUEZ
Contiene spoilers de La cabaña en el bosque
Todas las culturas establecen una serie de relaciones con los personajes que crean según la cristalización que de estos se desarrolla en el inconsciente colectivo. En otras palabras, observando el diálogo implícito que un personaje establece con la sociedad a la que se dirige, se le puede clasificar en distintas categorías. De acuerdo con las premisas de la dramaturgia clásica, es posible establecer tres grupos: el arquetipo, el tipo y el estereotipo.
Un personaje arquetipo sigue las pautas de un modelo ancestral cuyas características son independientes a la época en la que se haya creado. Recuerda en cierta manera al mundo platónico de las ideas, ya que apela al pensamiento de que, a pesar de las variaciones que se produzcan de un concepto a lo largo del tiempo, hay cuestiones que siempre permanecen intactas. El término lo utiliza Carl Gustav Yung en su libro de psicoanálisis Arquetipos e inconsciente colectivo (Paidós, 2009), con la premisa de que los seres humanos pueden dividirse en doce grupos de personalidad, como el héroe, el rebelde o el explorador, según su relación con el entorno. Esta idea ha quedado anticuada a nivel sociológico, pero es interesante tenerla en cuenta a la hora de analizar ciertas obras. Por ejemplo, dentro del arquetipo del héroe, el salvador con un gran sentido de la justicia dispuesto a sacrificar algo valioso por un bien mayor, se pueden encontrar a Edipo, a Jesucristo o a Superman.



El tipo es aquel personaje definido por sus condiciones socioeconómicas, es decir, clase, trabajo, estudios, etc. Todos estos factores determinan de forma muy significativa su personalidad y su forma de interactuar con el resto. Uno de los estilos donde mejor se aprecia este fenómeno es en la Comedia del Arte italiana, espectáculo teatral nacido en el siglo XVI en el que, sea cual sea la obra, siempre aparecen las mismas figuras: Arlecchino, un criado pobre, ingenioso, siempre hambriento y siempre sexualmente excitado; Il Dottore, el hombre procedente de la universidad, pedante y narcisista; o Pantalone, el viejo rico y avaro dispuesto a todo por una moneda más. Otra pieza que utiliza los personajes tipo de manera muy inteligente es la cinta Bichos, una aventura en miniatura (Lasseter, 1998). A través de la metáfora, muestra a los grandes saltamontes como los explotadores de las pequeñas hormigas, con su reina sensata o su consejo de “sabies” de mentalidad obsoleta, y a un conjunto de invertebrades de distintos tipos sin nada en común (una mariquita, una mantis religiosa, una viuda negra o una oruga) como un grupo marginal de artistas circenses.
Cuando un tipo se usa de forma constante hasta perder su vigencia y un diálogo orgánico con la sociedad, se convierte en un estereotipo. Esto es algo que ocurre mucho en comedias románticas como Algo pasa en Las Vegas (Vaughan, 2008), cuyos personajes principales son (aparte de, por supuesto, jóvenes y guapes) una mujer obsesionada con su trabajo, estricta y controladora, pero en el fondo sensible y deseosa de ser amada, y un hombre sin trabajo, despreocupado e irresponsable, aunque cariñoso y enamoradizo. También es algo muy habitual en las películas hechas para televisión típicas de la sesión de tarde de los domingos de Antena 3, con sus niñeras malvadas y sus atractivos maridos asesinos. Aun así, usar un estereotipo en la ficción no tiene por qué ser algo negativo, especialmente si se hace de manera consciente. Una forma muy efectiva de hacerlo es darle una vuelta de tuerca al concepto, reflexionando sobre cómo subvertirlo. Así es posible sorprender a le consumidore de la ficción y ofrecerle algo que, aunque creía que iba a conocer, no conoce en absoluto.





Y esta táctica ha sido utilizada en muchas ocasiones, con gran acierto, dentro de títulos paródicos del subgénero slasher del cine de terror. Aunque los antecedentes del slasher parecen remontarse a 1960, con películas como Psicosis, de Alfred Hitchcock, se considera que la cinta que marca su origen es La noche de Halloween (Carpenter, 1978). Durante los ochenta, estas obras protagonizadas por personas jóvenes que van siendo masacradas de las formas más terribles a manos de asesines en serie o entidades sobrenaturales malignas adquieren una popularidad enorme. Piezas como Viernes 13 (Cunningham, 1980) o Pesadilla en Elm Street (Craven, 1984) se convierten en enormes éxitos de taquilla, se desarrollan diversas secuelas y precuelas a partir de ellas y marcan un antes y un después.
Aunque los personajes de estas películas no son los mismos, se observa cómo los roles que tienen en ellas son similares: la “chica mala” muy sexualmente activa, el “gracioso” que siempre está bajo los efectos de algún tipo de estupefaciente, el “guaperas” egocéntrico que siempre se mete en peleas… Y, por supuesto, la “joven inocente” que nunca hace nada malo, no bebe alcohol y nunca ha mantenido relaciones sexuales, que, además, es la que de forma habitual sobrevive.
La frecuencia con la que aparecen estos personajes tipo no se comprende si no es situándonos en la época y el lugar en la que fueron creados. Los Estados Unidos de la década de 1970 y principios de la siguiente están marcados por el movimiento por los derechos civiles de personas afroamericanas, la segunda ola del feminismo, la guerra de Vietnam o la apuesta de las nuevas generaciones por la libre sexualidad o la normalización del consumo de drogas. Los sectores conservadores de la sociedad temían los cambios que todo esto podía traer. De ahí que el cine slasher tratase de convencer a la población joven de los peligros de sus comportamientos imprudentes: “no tengas sexo, no te drogues, no te rebeles o la madre de Jason vendrá y te atravesará la garganta con un cuchillo. Pórtate bien y haz lo que siempre te hemos enseñado. Así te convertirás en la final girl y tendrás esperanza de salir adelante”. Esta mentalidad fue ganando cada vez más adeptes y acabó desembocando en la presidencia del republicano Ronald Reagan, que dedicó bastante esfuerzos entre 1981 y 1989 para frenar cualquier tipo de modificación del statu quo.

Sin embargo, en los noventa este subgénero que tanto había triunfado fue desapareciendo progresivamente del mapa. La chica mala, el gracioso, el guaperas o la chica inocente se habían convertido en estereotipos, ya se sabía lo que les iba a ocurrir y habían dejado de ser interesantes. Entonces, en 1996, Wes Craven reavivó aquella llama que parecía apagada con Scream, en la que homenajeaba todas estas cintas (entre ellas, su propia creación Pesadilla en Elm Street) con mucho cariño y tomando gran cantidad de elementos del slasher clásico, pero al mismo tiempo burlándose de él. En Scream, los propios personajes, sabiendo que hay une asesine en serie suelte, se burlan de las probabilidades que ellos mismos tienen de morir y de las tres reglas de supervivencia que la mayoría incumplen: no tomes drogas, no mantengas relaciones sexuales y nunca digas “Enseguida vuelvo”. Incluso llega un punto en el que Randy, que representaría al gracioso, después de haber recibido un disparo, consigue salir vivo y señala “Nunca pensé que me alegraría de ser virgen”. Es así como esta saga revive el slasher a través de la traición del estereotipo.
En los últimos años, han aparecido numerosas parodias de gran calidad, que cuentan siempre con un componente nostálgico importantísimo y también con una irreverencia absoluta. En Jennifer’s body (2009), la directora Karyn Kusama y la guionista Diablo Cody convierten a la chica mala en un súcubo vengativo contra los hombres y a la inocente en una joven segura y divertida que tiene sexo a menudo, transformando el concepto en una reivindicación feminista con un componente sáfico. En Tucker y Dale contra el mal (Craig, 2010), los dos hombres del campo con aspecto rudo y una casa siniestra en mitad del monte son encantadores; aun así, un grupo de universitaries les teme y odia debido a sus prejuicios clasistas, lo cual provoca que, por motivos varios, dicho grupo vaya muriendo de las formas terribles habituales, pero sin ningune asesine que interceda. Y, por último, Scream 5 (Bettinelli-Olpin, Gillett, 2022) lleva al extremo la propia parodia que la primera cinta de la saga planteaba, mostrando, entre otras cosas, junto a un nuevo elenco de jóvenes, a los personajes que aun sobreviven desde los asesinatos originales ya con más de cuarenta años, cansados y aburridos de que siempre se repita la misma historia.


Sin embargo, hay otra pieza que, sin desmerecer en absoluto a las mencionadas, es la que tal vez lleva a cabo la transformación de los estereotipos del slasher más inesperada y sorprendente: La cabaña en el bosque, dirigida en 2011 por Drew Goddard.
En ella, como de costumbre, un grupo de jóvenes va a pasar unos días a una (como el título indica) cabaña en el bosque y, tras leer las palabras de un libro, despiertan a una familia sádica de zombis que se dispone a torturarles antes de acabar con sus vidas. Todo esto no tendría nada de innovador de no ser porque desde el primer momento le espectadore sabe que lo que a les pobres universitaries desgraciades les ocurre está planeado de antemano por una organización gubernamental secreta.

Para que estes jóvenes se comporten como lo harían en otro universo slasher, la organización les suministra a escondidas distintas sustancias psicotrópicas, ya sea a través del tinte de pelo de la “chica mala” o de los conductos de ventilación de la cabaña, lo que provoca, por ejemplo, que el “guaperas” decida que se separen en vez de quedarse juntes en pleno ataque zombi. El problema es que Marty, el “gracioso”, debido a las drogas que consume de forma habitual, es inmune a los efectos de las que les están introduciendo. Por ello, es consciente de que todo lo que ocurre durante la noche no tiene ningún sentido y, de forma progresiva, va desmontando todo el artificio creado por esa institución clandestina.
Poco a poco, se descubre cómo dicha institución debe asegurarse de que todos los años una serie de personas sean sacrificadas tal como marcan unos antiguos rituales para contentar a unos dioses primigenios que, en caso contrario, se alzarán y acabarán con el mundo. Y se explica cómo en este rito concreto debe haber unas víctimas específicas que llevan siendo las mismas desde el principio de los tiempos: la “puta”, el “atleta”, el “erudito”, el “loco” y la “virgen”. Es así como se trata de convertir a los personajes estereotipo del slasher clásico en una suerte de arquetipos ancestrales cuya función, a pesar de las variaciones que hayan surgido a lo largo de la Historia, debe ser la misma. La “puta” debe morir la primera, el “atleta” será el líder que lleve todo a la perdición, la “virgen” debe ser la última en quedar en pie, siendo, en ese caso, opcional que sobreviva, etc.
Sin embargo, todo acaba saliendo mal: para que el ritual sea exitoso, la organización intenta forzar que este grupo de personas actúe como estos supuestos arquetipos que nunca fueron tal. Recordemos que estos roles en realidad nacieron en la década de los setenta como personajes tipo bajo unos preceptos ideológicos concretos y es imposible que en la actualidad sigan funcionando. Marty, el gracioso o el loco, no se comporta de forma inconsciente ante la situación que está viviendo y Donna, la inocente o la virgen (aunque ella misma señala que no lo es), no está dispuesta a realizar sacrificios. Por todo ello, al terminar la película, el mundo llega a su fin.
Hay un gran número de lecturas posibles sobre lo que la cinta está contando. Una de ellas es la idea de que si nos negamos a avanzar y seguimos perpetuando dinámicas obsoletas, el futuro que nos espera es desolador. Todo esto se relata con un sentido del humor enorme, muchas referencias metacinematográficas y un tono muy ligero, pero todo esto ni mucho menos le resta validez al mensaje.
La cabaña en el bosque, como los otros slashers paródicos mencionados, apuesta por la rebelión. Por la rebelión contra lo conocido, contra lo esperable, contra lo anclado en el tiempo, contra lo conservador. Lo que demuestran títulos como este es que el terror y la comedia son dos géneros de enorme interés para practicar la subversión, tanto de su propia naturaleza dentro del cine como del orden aparentemente inamovible que rige ciertos aspectos de nuestra sociedad.
Este artículo va por los Randys, las Jennifers, los Tuckers y Dales, los Martys y las Donnas del mundo. Por quienes subvierten a través del arte. Por un subgénero que, nacido con un subtexto propagandístico poco progresista, acabó dando lugar a toda una vertiente que homenajea su origen al mismo tiempo que lo traiciona. Este artículo va por esa vertiente, que rechaza convertir personajes que surgieron como tipos y pasaron a ser estereotipos en arquetipos incuestionables.
Bibliografía
Abirached, R. (2011). «La crisis del personaje en el teatro moderno». Asociación de Directores de Escena.
Beltrán, G. (2011). «Principales personajes en la commedia dell’Arte». CaixaEscena.
Bettinelli-Olpin, M. y Gillet, T. (2022). Scream [Película]. Spyglass Media Group, Lantern Entertainment, Outerbanks Entertainment, Project X Entertainment, Radio Silence.
Carpenter, J. (Director). (1978). La noche de Halloween (Halloween) [Película]. Compass International Pictures, Falcon International Productions.
Craig, E. (Director). (2010). Tucker y Dale contra el mal (Tucker and Dale VS Evil). [Película]. Eden Rock Media, Looby Lou, Reliance Motion Picture Company, Urban Island, Gynormous Pictures, Kintop Pictures, National Bank of Canada TV and Motion Picture Group, Wild Bunch
Craven, W. (Director). (1984). Pesadilla en Elm Street (A nightmare on Elm Street) [Película]. New Line Cinema, Media Home Entertainment, Smart Egg Pictures.
Craven, W. (Director). (1996). Scream [Película].
Cunningham, S. (Director). (1980). Viernes 13 (Friday the 13th) [Película]. Paramount Pictures.
Goddard, D. (Director). (2011). La cabaña en el bosque (The cabin in the woods) [Película]. Lionsgate, Mutant Enemy.
Hitchcock, A. (Director). (1960). Psicosis (Psycho) [Película]. Paramount Pictures.
Kusama, K. (Directora). (2009). Jennifer’s body [Película]. 20th Century Fox, Fox Atomic.
Lasseter, J. (Director). (1998). Bichos: una aventura en miniatura (A bug’s’ life) [Película]. Pixar Animation Studios.
Podcast Marciano de Filosofía (28-9-20). Podcast marciano #11 – Filosofía y cine de terror – Marte 19 [Vídeo]. Youtube.
Vaughan, T. (Director). (2008). Algo pasa en Las Vegas (What happens in Vegas) [Película]. 20th Century Fox, Regency Enterprises.
Yung, C.G. (2009). «Arquetipos e inconsciente colectivo». Paidós.

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