Qué es la esgrima histórica y dónde nos encontramos

Cuando alguien menciona la “esgrima” la primera imagen que a la mayoría le vendrá a la mente es la de la esgrima olímpica o deportiva, esa vertiente de competición que se caracteriza por utilizar armas ligeras como el florete, donde los adversarios visten de blanco y se combate en una pista lineal con el objetivo de tocar al rival. Con esta acción, nos anotamos un punto y, al llegar a una determinada cantidad, ganamos.

Esta vertiente de la esgrima deriva de la esgrima clásica de finales del siglo XIX y es olímpica desde los Juegos Olímpicos de París de 1900, únicamente cuatro años después de los primeros juegos Olímpicos modernos. La esgrima era ya decididamente un deporte, un juego; no respondía a una necesidad como décadas o siglos atrás, donde el manejo de un arma se ligaba a la defensa de la propia vida tanto en el ámbito civil como en el militar. Conforme las armas de fuego relegaron a las armas blancas a un segundo plano hasta terminar haciéndolas inútiles se generó esta vertiente deportiva que ha llegado hasta nuestros días. Hablamos, por tanto, de una tradición mantenida durante más de cien años y una implantación internacional muy importante a pesar de no ser un deporte de masas.

Campeonato de esgrima deportiva.

Hemos de diferenciar esta esgrima deportiva de la esgrima histórica (también llamada esgrima antigua o tradicional). Como su calificativo indica, este tipo de esgrima utiliza armas históricas e intenta simular el objetivo último de la esgrima de siglos atrás: matar y, sobre todo, no ser matado. Hablamos, por tanto, de un arte marcial y no un deporte. Es el arte marcial que se estudiaba siglos atrás, cuando las armas blancas estaban a la orden del día y era necesario (sobre todo para nobles, de naturaleza guerrera) aprender el manejo de la espada. Los Maestros de Armas, nobles o tiradores de aquellas épocas estudiaban la espada como arte o ciencia desde la cuál dispensar la muerte sin que ello supusiera la muerte propia. Se estudiaron y analizaron casi tantas armas como se manejaron, desde espadas de armar a espadas roperas características del siglo de oro pasando por las espadas largas bajomedievales-renacentistas. Esta tradición de armas llegó hasta principios del siglo XX, donde todavía se seguía instruyendo a la infantería y caballería en el uso del sable militar; a partir de entonces, las espadas históricas quedaron relegadas a un ámbito meramente ceremonial y la casi totalidad de la práctica fue ocupada por la esgrima deportiva de la que hablábamos antes. Por tanto, la tradición marcial quedó interrumpida hasta casi un siglo después.

A finales del siglo pasado se generó un movimiento que trataba de recuperar estas artes marciales perdidas. Poco a poco, con el estudio de los tratados históricos y su interpretación, se generaron sistemas de combate fieles a la Historia pero adaptados a la actualidad. Esto implica el uso conveniente de protecciones y el sentido común con tal de no dañar al compañero ni dañarnos nosotros mismos. Existe un vínculo estrecho y fuerte con la esgrima histórica que practicaban siglos atrás nuestros antepasados, con un claro interés histórico-cultural. La esgrima histórica contemporánea es fiel a la Historia pero también consciente de que el contexto sociocultural actual no es de los siglos XV o XVII. No obstante, en nuestro día a día la esgrima histórica se plantea como una mejora personal como artistas marciales (el famoso “camino de la espada” también presente en las artes marciales orientales), donde lo importante no es la competición, a pesar de que existan torneos de diferentes tipos.

Hoy en día, la esgrima histórica cuenta con una implantación nacional sólida y en aumento. Tenemos salas repartidas por buena parte de la provincia, que se organizan en asociaciones (Asociación Española de Esgrima Antigua, Federación Española de Esgrima Histórica, Asociación Galega de Esgrima Antiga…) o bien trabajan de manera independiente. Miles de personas en España acuden a salas de armas con diferentes objetivos, pero a todos les une algo: el amor por la espada, ese sentimiento atávico que muchos hemos sentido viendo películas medievales o leyendo El Capitán Alatriste y que se acaba magnificando en el estudio marcial.

Las escuelas españolas de esgrima:
Común Destreza y Verdadera Destreza

El primer tratado de esgrima conocido data de finales del siglo XII-principios del siglo XIII. Se trata de un manual alemán, conocido como I.33, que expone el uso de la espada y el broquel para la defensa civil. A partir de entonces, las muestras de tratados donde se exponen los principios y tretas del arte de la espada crecieron exponencialmente, y en los prolegómenos del Renacimiento encontramos numerosos tratadistas de espada larga en Italia y Alemania que construyeron sistemas basándose en la geometría y la morfología del arma. A partir de finales del siglo XV, y más decididamente del siglo XVI, se desarrolló el arte de la esgrima con espada de punta y corte y espada ropera; fueron las armas predominantes durante más dos siglos en toda Europa y que suponen un tópico en nuestra imagen del gentilhombre del Siglo de Oro español.

 
 
 
 

Aquello de que la esgrima se inventó en España es un dicho muy extendido pero que carece de base histórica. Rastrear la invención de un arte marcial tan primigenio y disperso es extraordinariamente complejo, casi imposible. No obstante, sí que es cierto que hubo un gran desarrollo de la esgrima en España coincidiendo con la época de plenitud del Imperio Español entre los siglos XV y XVII. En estos siglos convivieron y se enfrentaron dos escuelas de esgrima, con acentuadas diferencias teóricas y, por tanto, prácticas: La Destreza Común o Destreza Vulgar y la Verdadera Destreza.

La Destreza Vulgar es la primera en aparecer, si bien no lo hizo con dicho nombre. Es la esgrima que se practicaba a finales del siglo XV y que heredaba la tradición teórico-práctica medieval. Este tipo de esgrima muestra más similitudes con la esgrima que se venía practicando en el resto de Europa, en Italia, Francia o Inglaterra. Una esgrima un tanto más lineal, basada en tretas (acciones) concretas y su utilidad práctica en el duelo. Es, aún hoy en día, considerada una esgrima callejera en sentido peyorativo, si bien esto no es cierto. La Destreza Vulgar es toda una escuela de esgrima, que elaboró un sistema complejo y de la que encontramos numerosos maestros: Jaime Pons (tratado de 1474), Pedro de la Torre (en el mismo año), Francisco Román (1532) o Luis Godinho (1599). El tratado de este último, Arte de Esgrima, es quizá la mejor recopilación de tretas y principios que nos queda de esta escuela.

En ocasiones, es más fácil definir la Esgrima Vulgar de manera negativa: aquello que no es Verdadera Destreza. Los Maestros de la Verdadera Destreza, para acentuar sus diferencias con lo establecido hasta entonces, llamaron a su escuela “verdadera” en contraposición a “lo vulgar” (lo que es propio del vulgo, lo común). De esta forma, se buscaba la legitimización de la esgrima en forma de ciencia: un conjunto ordenado de ideas, principios y conocimientos  dotados de coherencia interna. La Verdadera Destreza acentuaba la cuestión matemática (geométrica) y filosófica del arte de la espada, desarrollando su sistema en base a preceptos que consideraban universalmente válidos y, por tanto, superiores a otros sistemas de consideración más arbitraria. Así, es común encontrar en los tratados de esta escuela ángulos, compases, distancias, líneas, arcos; a partir de estas definiciones geométricas los Maestros de la Verdadera Destreza trataron de construir un sistema universalmente válido, ya que parecía innegable que la aquel sistema que tuviese su fuente en las matemáticas no fuese tal.

Los orígenes de la Verdadera Destreza los podemos rastrear en Jerónimo de Carranza, un hidalgo sevillano que publicó en 1582 su De la Filosofía de las Armas y de su Destreza y la Agresión y Defensa Cristiana. Se cree que Carranza se inspiró parcialmente en Camillo Agrippa, un maestro de la esgrima italiana, que ya proponía un sistema con bases en la geometría, pero vertiendo una gran cantidad de ideas y conocimiento propios. Unas pocas décadas más tarde, Luis Pacheco de Narváez, que llegaría a ser Maestro de Armas de Felipe IV, expandió las bases establecidas por Carranza y asentó la escuela de la Verdadera Destreza. Posteriormente, otros maestros (Lorenz de Rada, Francisco de Ettenhard, etc.) siguieron expandiendo y discutiendo los sistemas de sus predecesores. Aún posteriormente al siglo XVIII, cuando las armas blancas empezaron a perder importancia civil y militar debido al desarrollo exponencial de las armas de fuego, podemos encontrar la herencia de la esgrima española en armas como el espadín o el sable militar, que se usó hasta los primeros compases del siglo pasado.

Hoy en día, en los practicantes de esgrima histórica, también se hacen patentes las diferencias entre estos dos estilos de esgrima. Partiendo de disposiciones teóricas distintas, encontramos diferentes tipos de tiradores; no obstante, se pueden apreciar diferencias entre tiradores de la misma escuela y, en ocasiones, la línea entre una escuela y otra es difusa en la práctica. Es común proponer a la Verdadera Destreza como eminentemente superior a cualquier otro estilo de esgrima; lo cierto es que, llevado a la práctica, un tirador vulgar puede ser superior a un diestro verdadero. En ocasiones, dada la complejidad histórica y marcial de la esgrima, se cae en simplificaciones y arrastramos mitos de siglos atrás.

En El Buscón de Quevedo, del que hablaremos más adelante, encontramos un capítulo con burlas del novelista a la Verdadera Destreza, ya que el propio Quevedo es considerado uno de los más representativos de la la escuela rival. Se hablaba incluso de un famoso duelo con Pacheco de Narváez en el que Quevedo consiguió acertar una estocada en la frente del Maestro de Armas, desvirtuando así la Verdadera Destreza. Lo cierto es que Quevedo nunca derrotó en un duelo a Pacheco de Narváez, y aunque su sátira fue constante, en el propio Buscón termina diciendo que “el libro (la Verdadera Destreza) es bueno, pero que hacía más locos que diestros, porque los más no le entendían”.

El falso duelo entre Pacheco de Narváez y Quevedo

Podemos hablar de la relación entre las dos escuelas españolas de esgrima a través de dos autores: Luis Pacheco de Narváez, diestro verdadero; y el más que conocido Francisco de Quevedo, considerado diestro vulgar. Sobre ellos dos se estableció una enemistad de la que quedó constancia, y hasta nuestros días ha llegado la historia de un duelo entre ellos dos, que acabó ganando Quevedo de una manera humillante para Pacheco. Esta relación entre estos dos autores simboliza la de las dos escuelas de esgrima antes mencionadas, y es por ello que la quería tratar en este texto.

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Empezaré presentando a Pacheco de Narváez, que es el más desconocido para prácticamente todos los lectores actuales. Aunque los pormenores de su biografía no han llegado a nuestros días, es bien sabido que el baezano fue un maestro de esgrima muy conocido en las cortes españolas de Felipe III y Felipe IV, llegando a ser el maestro mayor de esgrima de este último y una de las figuras más importantes de esta disciplina ya incluso en la propia época. Se le considera el responsable, junto con Carranza, de construir el método sobre el que se fundamenta la Verdadera Destreza de las armas, que buscaba romper con la tradición de esgrima que se practicaba en España antes de la llegada de Pacheco a Madrid. La esgrima común generaba grandes tiradores, pero era considerada por muchos un tipo de esgrima que tendía a la violencia y la rudeza, por lo que Pacheco aportó un método más seguro, no tan dependiente de las habilidades físicas y la pericia del combatiente sino de las verdades matemáticas, geométricas y lógicas, universales e inapelables. Inicia una serie de tratados de esgrima con la publicación en 1600 del Libro de las grandezas de la espada, a las que siguieron otras como las Cien conclusiones o formas de saber la verdadera destreza fundada en ciencia (1608) o el Modo fácil y nuevo para examinarse los maestros en la destreza de las armas (1625). En 1635 se anima, incluso, con una obra de ficción titulada Las dos constantes mujeres españolas. 

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Quevedo es, sin duda alguna, uno de los literatos más populares del siglo de Oro, y de él es más que conocida su acidez estilística, su constante sátira de la sociedad de la época y, en términos más mundanos, su fanfarronería allá donde fuese. Quevedo era un firme defensor de la destreza común, la que era practicada en Madrid antes de la llegada de Pacheco, y es por ello que no dudó en verter con sorna varias líneas sobre este en El Buscón, donde se burla no tanto del método sino de los propios diestros que lo practican, al decir que “el libro (la Verdadera Destreza) es bueno, pero que hacía más locos que diestros, porque los más no le entendían”.

Existe una anécdota que ha llegado hasta nuestros días que habla de un duelo entre Pacheco de Narváez y Quevedo. Para muchos, simboliza el duelo entre la vulgar destreza y la destreza verdadera; muchos pretenden resumir las cualidades de una y las desventajas de otra en una eventualidad como esa. El autor de la anécdota es Pablo Antonio de Tarsia,y dice así:

Hallóse Don Francisco en vn concurso de los mayores Señores
de la Corte en casa del Presidente de Castilla, donde se argüyó sobre
las cien conclusiones de la destreza de las armas, que sacó Don Luis
Pacheco de Narváez, Maestro, que fue del Rey nuestro Señor en esta
profession, y mayor en los Reynos de España; y después de auer discurrido
algunos, e impugnado las conclusiones, salió Don Francisco
contradiziendo la que en vn genero de acometimiento dezia no auer
reparo, ni defensa; y para la prueba, combidó al Maestro, á que tomasse
con él la espada; el qual, aunque lo reusaua, alegando, que la
Academia se auia juntado para pelear con la razón, y no con la espada,
obligáronle sin embargo los Señores á salir con ella, y al primer
encuentro le dio Don Francisco en la cabera, derribándole el sombrero.

Retiróse el Naruaez algo enojado del sucesso; y Don Fra[n]cisco,
para sazonar la fiesta, dixo: Probó muy bien el señor D. Luis Pacheco
la verdad de su conclusión, que á auer reparo en este acometimiento
no le pegara yo.

Es decir, que Pacheco tratando de defender una de sus conclusiones fue desafiado por Quevedo, y éste le derrotó asestándole un golpe en el sombrero y, por tanto, ridiculizando sus propuestas, que quedaban relegadas a la teoría. Así, parecía quedar demostrada cómo la casta y el instinto del que bebía la Vulgar Destreza superaba a los presupuestos matemáticos y racionales de la Verdadera Destreza.

No obstante, esta historia es probablemente falsa. Las razones son varias. En primer lugar, el origen de la anécdota es más que dudoso. El autor de la misma llega a Madrid entre 1645 y 1647 y no llega a conocer nunca a Quevedo. Años después, decide escribir la biografía de Quevedo con el material que encuentra en la casa del poeta y con los testimonios que podía recoger de la gente que le conoció. Es más, ni siquiera había nacido cuando se produjo el supuesto duelo. Tampoco cita las fuentes de la anécdota. Ni siquiera el propio Quevedo dedicó unas palabras a este enfrentamiento, lo cuál es extraño en un autor de sus características.

Por otra parte, es conocida por numerosas referencias las aptitudes de Pacheco de Narváez como esgrimista y soldado, e incluso diestros enemistados con él dijeron que nunca había sido vencido. Algo que parece lógico por la fama y prestigio que llevó consigo asociada. Además, Quevedo estaba cojo y no tenía buena vista, por lo que el hecho de que venciese a Pacheco, más aún de esa manera (con un golpe en la cabeza) parece inverosímil. Tampoco encontramos referencias a sus habilidades con la espada que nos inviten a pensar que podría tratarse de una excepción.

Probablemente, en este caso la pluma haya podido más que la espada y se generase una leyenda en torno a este duelo con tal de dotar de prestigio a la figura de Quevedo y, de paso, manchar el historial de Pacheco. Lejos de idealizaciones, es interesante acudir a las fuentes y al sentido común para darse cuenta de que Quevedo nunca venció a Pacheco de Narváez. No solo eso, sino que aunque ese duelo se hubiese producido no sería oportuno establecer marchamos sobre la superioridad de una u otra escuela en base a una anécdota.


La esgrima histórica es un arte marcial minoritario pero en constante crecimiento. Son muchas las ciudades en España que cuentan con una o más salas, y también Latinoamérica ha comenzado su proceso de expansión. Os enlazo un mapa interactivo donde están todas o casi todas, por si a alguno le entra la curiosidad de ir a probar y aprender estas artes marciales perdidas y recuperadas.


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