Es muy normal ver en series de televisión animadas una parte en la que el personaje protagonista se aleja del grupo y entra en algún bosque, baja una cueva o recupera algún recuerdo importante. En Digimon (1999) este momento aparece cuando Tai, el protagonista, se queda dormido en una barca, y en Frozen 2 (2019) Elsa llega al fondo del Nolthundra y Anna queda encerrada en la cueva. En God Of War (2018) esta parte aparece en mitad del juego cuando recuperamos nuestras cadenas, en She-ra (2018) aparece en forma de una entrañable viejecita del bosque y en The Dragon Prince (2018) Callum, como narrador implícito de segundo grado se hunde en sí mismo la primera vez que usa magia negra. La cuestión es que el motivo del desplazamiento se encuentra presente en casi todos los productos culturales actuales, pero su presencia se remonta a las primeras obras de la literatura.

La duda heroica se palia con el encuentro con uno mismo, con la bajada a los infiernos (catábasis) y la subida (anábasis)

En la Odisea, por ejemplo, tenemos el momento en el que Odiseo (Ulises) baja al Hades para encontrar a Tiresias. Allí no sólo se encuentra al adivino, sino que también se encuentra con su madre y con Aquiles. Esto, en griego, recibía el nombre de ἡ νέκυια, la nekyia, porque este desplazamiento del protagonista siempre se realizaba al Hades, a los infiernos. Incluso, no obstante, este desplazamiento lo podemos ver 5000 años antes en uno de los primeros documentos escritos, el Gilgamesh. En él, Gilgamesh debe salvar a su amigo, el Gigante Enkidu, y para ello acude a una especie de Noé prejudáico, Upnapishtim, quien le dice que la flor de la inmortalidad se encuentra en lo más hondo de un lago. Sumergirse en las aguas de ese lago podríamos contarlo como catábasis. Si nos venimos un poco más al presente, Don Quijote baja a la cueva de Montesinos ayudado por Sancho y una cuerda. Cuando Sancho lo vuelve a subir con la cuerda, Don Quijote resulta estar dormido y al despertar le cuenta a su amigo lo que ha soñado. Pero la pregunta es la siguiente, ¿para qué sirven todas estas representaciones del desplazamiento, de la submersión, de la bajada a los infiernos?

El héroe clásico se caracteriza por una única cosa: su función principal es restablecer el orden perdido. Partiendo de esta premisa, el héroe puede tener más o menos ayuda por parte de su entorno, pero el héroe no deja de ser humano. En el caso de Digimon son los demás niños elegidos quienes configuran una red de apoyo al líder para que haga su función de líder y en Frozen 2 Elsa es ayudada por la naturaleza y Anna por sus vínculos de amor y amistad. Del mismo modo, en la Odisea notamos que quien ayuda a Odiseo es la Naturaleza y quien ayuda a Kratos en God of War es su hijo Atreus. Por parte de Callum, el uso de la naturaleza y su intento de comprensión hacen que sea su voluntad de poder la que configure su entorno y por parte de Adora, es la memoria de She-ra quien la ayuda a cumplir su función como heroína. Todos estos héroes, sin embargo, son héroes que contienen una parte humana, y es por eso que podemos conectar con ellos. Como humanos con un claro objetivo, no obstante, son capaces de desorientarse y de perder el norte, nunca mejor dicho si hablamos de Frozen, por ejemplo. En la Odisea, por ejemplo, Odiseo y su tripulación llegan a la isla de los lotófagos, seres que comen flores de loto y no tienen memoria. La idea principal del lotófago es poder olvidar todos los males de uno mismo y la tentación de Odiseo para ingerir estas flores es muy fuerte. Sin embargo, su objetivo es claro: volver a Ítaca. La idea de las sirenas en Peter Pan, por ejemplo, no representan —como he leído en algunas partes— las pulsiones sexuales del niño, sino que el canto es realmente conocimiento. El canto de sirenas es el canto del conocimiento y el encanto del conocimiento es lo que lleva a la perdición. Esta misma premisa de la sirena la vemos repetida en el Fausto de Goethe, donde el instante de amor a Margarita condena a Fausto para siempre al Infierno, o en las sirenas de Kafka, donde el horror no está en su canto, sino en su silencio. En la Odisea, las sirenas tienen la misma función del conocimiento y por lo tanto la misma función de perdición que los lotófagos: desviar al héroe de su función principal: restablecer el orden perdido.

En Digimon, por ejemplo, esta premisa va por otro camino que es el de la hybris. La hybris griega es el desbordamiento del personaje que produce una ruptura la cual, por lo general, no se puede reparar. Si nos vamos a los relatos de Heródoto sobre la segunda guerra médica —Persia contra Atenas— y nos vamos a la parte de Persia, se nos explica que Darío I, rey de Persia, regresa a casa de la primera guerra médica y cuando debe volver al campo de batalla su mujer le pide que envíe a su hijo, Jerjes I, a ganar la guerra en su nombre. La cuestión es que Darío I no confiaba en su hijo debido a su impulsividad, pero finalmente aceptó. Cuando Jerjes I se dirigía a la batalla cruzó el mar del Helesponto —Heles, griego, Pontos, mar; en internet se dice que esto lo hizo Calígula, pero a Calígula le importaba un comino el helesponto— ayudado por una cadena de barcas. La cosa es que el mar aquel día no estaba del todo sereno y se llevó un par de barcas y un par de hombres y, junto a la noticia de que su padre no le quería, Jerjes I envió a castigar al mar con 300 latigazos. Debemos tener en cuenta que Heródoto más que Historia, recogía testimonios de los ciudadanos, pero la cuestión es que Jerjes, avanzada la guerra, perdió cuando toda su flota quedó hundida a las orillas de Atenas. La forma en la que se propasó flajelando al Dios del mar le costó perder la segunda guerra médica. Volviendo a Digimon, hay un momento en el que Tai descubre que los digimons pueden evolucionar un nivel más y obliga a su compañero a evolucionar obligatoriamente. Ese ímpetu irracional a forzar algo que aún no puede ser llevado a cabo es lo que llamo hybris y el resultado de esa hybris fue que Greymon se convirtió en una forma oscura y caótica de su evolución, Skullgreymon. En este caso, hay una moraleja que es clara: desbordarse está mal. La forma en la que Skullgreymon aparece en la trama es una forma de desviar la atención del héroe, ahora mismo centrada en el regreso al mundo real.

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Cuando todos estos personajes se encuentran sobre el límite de sus fuerzas, es cuando es necesario ese desplazamiento, esa bajada a los infiernos que obliga al héroe a repensarse a sí mismo y a su cometido. En God of War recuperamos las espadas del Caos cuando nuestro hijo cae enfermo y debemos robar el corazón del Guardián de Hellheim. El ritual supone reencontrarse con Atenea y encadenarse a un pasado que le reorienta hacia su cometido heróico, en este caso, salvar a Atreus. En Digimon, tras la evolución oscura de Greymon, un digimon ayudante obliga a Tai a entrar a una cueva y salir de ella sin más ayuda que él mismo. Desvalido y roto, el viaje en barca le lleva a un pasado en el que vuelve a recobrar su sentido heroico, vuelve a recuperar las fuerzas que había olvidado tener. Cuando en Frozen 2 Anna queda atrapada en la cueva, es la nieve y la memoria del agua la que le avisa que Elsa no está bien y recobra su sentido cuando descubre que su función es salvar a Elsa y romper la presa que separa al pueblo de los espíritus de Arendelle. Por parte de Elsa, el propio viaje al Nolthundra, el río de la nana, es un desplazamiento de su propia persona que le ayuda a reorientar su verdadero objetivo, el de ser un espíritu de la Naturaleza. Por parte de She-ra, por ejemplo, el encuentro con la anciana del bosque siempre va acompañado por un «¿Qué debo hacer?» y aunque la anciana no de ninguna respuesta concreta, Adora encuentra la forma en la que responder su duda. En el caso de The Dragon Prince, es interesante comprobar que la bajada a los infiernos se produce a posteriori de los eventos que marcan ese momento de «límite», por lo que el factor que obliga, en cierta forma, a una catábasis en Callum es el uso de la magia negra. A diferencia de la hybris, el desbordamiento de la magia negra no creo que implique un desbordamiento en el sentido clásico porque la situación era necesaria y por lo tanto, no era producto de la irracionalidad y del egoísmo, sino del límite que desvía a los héroes de su camino. En este sentido, la catábasis es única y es un momento de decisión que depara un futuro u otro: acoger o rechazar la magia negra.

El motivo heróico del desplazamiento, por lo tanto, sirve para reorientar al héroe perdido por su condición humana, por la condición del dudar. Este elemento de la duda aparece también en las leyendas artúricas de la materia de Bretaña del siglo XII cuando Morgana castiga a Lancelot tras ser rescatada por él, pues éste dudó un segundo en subirse a la carreta de un enano —acto que se consideraba ridículo y vergonzoso para un caballero de la mesa redonda— para rescatarla. La duda heroica que estamos comentando, sin embargo, se palia con este encuentro con uno mismo, con la bajada a los infiernos y la subida, con la catábasis y la posterior anábasis —»cata», bajar; «ana», subir; «basis», avance, seguir funcionando— que reorienta al héroe y le ayuda a finalizar su cometido: el restablecimiento del orden perdido.

En la Odisea, Odiseo encuentra a Tiresias en el Hades y este le dice que cuando embarquen en la Isla del Sol no se coman las ovejas del rebaño del dios Helios. Cuando Odiseo sube del Hades y Circe deja escapar a su tripulación, se dirigen a la Isla del Sol y cuando llegan, todos están tan hambrientos que no hacen caso de las indicaciones de su capitán. La hybris, el desobedecer y desbordar las dinámicas de poder entre tripulación y capitán, acaba con la vida de todos los marineros. Sin embargo, Odiseo logra llegar a Ítaca y restablecer el orden perdido de la isla. Cuando Tai regresa de la cueva, todos sus amigos están realizando otras funciones cuando llega el enemigo de la zona al que nunca han podido vencer antes, Etemon, y con Tai —quien ha recobrado el sentido de su forma de ser— logran derrotarlo por primera vez. Este momento no solamente repercute en esta única batalla, sino que Etemon pasará a ser el enemigo que menos problemas dé a los niños elegidos, aún cuando vuelva en forma de metaletemon. Cuando Anna logra salir de la cueva en Frozen 2, se le ocurre que los espíritus de la tierra son capaces de romper la presa y empieza a llamar su atención consiguiendo eliminar la bruma mágica que los separaba del mundo. Igualmente, cuando Elsa queda congelada, es la idea de derretimiento y de aceptación de la verdad la que hace que recobre su sentido y pueda salir a la superficie más fuerte —y con un aspecto y una actitud diferente. Adora, por su parte, vuelve varias veces a ver a la anciana o al holograma de las naves, pero aún así siempre recobra el valor y el hecho de transformarse en She-ra reafirma la condición heróica de la heroína. Por último, por parte de Callum, elegir no usar la magia negra —o por lo menos no sentirse atraído por ella— genera un poso de identificación que se verá luego cuando Solrem detecte que Callum ha usado ese tipo de magia, pero también ayuda a Callum a identificar los límites de lo que quiere y lo que no quiere y esto ayuda a que logre controlar las magias de la naturaleza aún siendo un ser humano.

La función de la bajada a los infiernos se ha convertido en un motivo que va más allá de su función articuladora de la trama, sino que ofrece una segunda capa de progresión, sentido y evolución del héroe que devuelve, en cierta manera, la esperanza perdida por la condición humana de la duda y la distracción. El discurso sigue funcionando, sí, y como digo, es imprescindible contar con un catálogo de elementos que vayan más allá de los simples tópicos literarios que no configuran sino un parche transparente para cubrir una grieta profunda que llega al centro de la Historia.


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